Este poema, proviene del corazón y la pluma de un amigo mío; no puedo decir su nombre, pero sí puedo decir que es realmente bello, sincero y con un dominio excelso del mensaje. Lo llamó como la mujer que tanto desea y, por qué no, ama también. Esta mañana me lo dejó ver, quedé tan impresionado y emocionado que le pedí que me dejara ponerlo aquí y él accedió amablemente. Sin más preámbulo:
Nidia
Ramas taciturnas se entrelazan sobre la corteza de tu pernil.
Crecen y revolotean con el ímpetu [de] tu sol apagado,
hacen fluir savia roja;
mis hojas liberan vapor entre dos luces,
empieza a brillar, oscurece...
Abeja de una savia, belfos
que acarician tus pétalos,
ámbar que me alboroza,
fragancia que me acosa.
Nubes sedientas, inhibidas
por llorar a tu núcleo,
serena mi tempestad,
absorbe mi delicado céfiro,
florece este yermo.
L.C.
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