30 mayo 2012

Reencuentros

Nota del 15 de abril 

Volver a compartir, volver a ver a mis hermanos fue realmente muy especial. En su mirada sentí una mezcla de sorpresa y alegría. Si algún día me impactó Lc. 15, no fue sino hasta que viví ese encuentro que lo comprendí en toda su dimensión. 
El P. Paco Anaya me sorprendió con una llamada y una invitación para ir a comer o cenar con los padres que estaban de ejercicios espirituales en Oaxaca. No es algo muy común, pues el ambiente es bastante parecido a un retiro, pero decidieron que era buena idea. Como el mismo Paco me diría después, muchos padres se alegraron de mi vuelta y algunos querían verme. Total, quedamos que sería el jueves a la comida. 
Apenas pasado el mediodía, el calor y el polvo del camino, esperaba yo, afuera de la capilla, repitiendo las mismas fórmulas, aún fuera, a la espera. Sus nombres recorría en una lista, con los recuerdos agolpándose al leerlos. 
Un amén que cierra y abre: divino pestillo. Terminada la oración, salieron de la capilla uno a uno. En sus ojos la misma llama inextinguible de una pasión que muchos no pueden explicarse todavía. En sus manos y en su abrazo la calidez de quien mira y toca a un hermano de siglos, llenos de la fuerza que confirma la misión y el llamado, de la ternura que habla el gozo del reencuentro, de la presteza de quien vive para cumplir Su Voluntad y siempre invita con su ejemplo. En su sonrisa, la alegría y la bienvenida. "Todos se alegraron," dijo Paco después. Yo lo sentí así. Nunca antes me pude haber sentido tan en casa, en casa. Una sola palabra, dicha por un compañero de armas y grandes luchas del pasado, antes del seminario incluso, armonizó todo y me puso, al fin, en contexto: "¡Hermano!"
Reunidos para comer, hablando de lo que sea, citando anécdotas de quienes nos precedieron y nunca dejaron su humanidad de lado, a veces para bien y otras, no tanto. Con la risa llenándonos el rostro, nos reencontramos, hombres nuevos y viejos, en casa. 
Las palabras de aliento de quienes me hablaron fueron muy cálidas y sinceras. Mi maestro de noviciado me preguntó con la sonrisa a flor de labios si los rumores eran verdad, pero también si esto iba en serio. ¡Ay! Después de tantos tumbos he comprendido, he descubierto, he aceptado lleno de gozo, aunque no sin dolor, que ésta es mi vida, quien soy. Mucho queda por andar, pero hoy, -no como formulilla piadosa- digo "que Dios me ayude" Así que... sí, estoy va muy en serio. 

Que quien me ha llamado, me sostenga. Le entrego el sueño que una vez, convencido de no haberle visto, forjé para mí. Que Cristo tome mi vida gris, tranquila, cómoda y a mi gusto y la transforme según su Voluntad. Estoy en sus manos, desnudo y libre quiero vivir.
 

22 mayo 2012

Maleta de mano

No sabía bien qué escribir en la carta. Me hallaba muy lleno de cosas...


De pronto había que resumir ocho años en un párrafo, la experiencia del viaje interior de seis meses en otro, y hacer una petición de la que me sentía indigno. O por lo menos había experimentado mucha vergüenza y me condenaba por haber fallado a quienes habían confiado en mí. Tras esas acusaciones se escondía también un dejo de amor propio, tal vez prefería el acusarme yo a que los demás me llegaran a reprochar alguna cosa. 


Estos años viví con una espina clavada en el pecho. Me costó mucho trabajo perdonarme y todavía quedan vestigios aquí y allá. pido la ayuda de Dios para aceptar mi indignidad sin golpes bajos ni reproches, que me acerque más y más a los deseos de la Voluntad del Padre. Estoy en sus manos.


Con todo, la carta fue fluyendo. Sin la brillantez que yo habría esperado, pero con la honestidad y la serenidad de haber vivido un proceso de discernimiento y estar dispuesto a seguir el sueño de mi vida, a ser feliz. Ahí es donde el verdadero brillo existe.


Al depositarla, ya no iban "todas mis esperanzas" o "todas mis expectativas" con ella. MI alma estaba más serena, temperada, por la desilusión que el ser humano se causa a sí mismo tan a menudo. Mi corazón estaba –y sigue– alimentado por una certeza que hay y se confirma en la mediación de la Escuela Pía, y de aquellos quienes, viendo la acción del Espíritu en mi vida, se alegran de mi regreso.


Mi corazón se alegró de conocer la noticia de que podría volver. Acepto las condiciones porque sé las reglas del juego y porque, como ya lo he dicho, estoy seguro de mi decisión. Con cada día que pasa me ilusiono más. Pero espero ya haber madurado lo suficiente para equilibrar mis ilusiones y la realidad que vaya viviendo. Pido a Dios que me sostenga en esta espera, en este camino con tantas luces y sombras. ¡Fe!


Soy consciente de cuánto tengo que dejar por este amor que me consume. Me atrevo a decir que la renuncia de Abraham tiene más sentido ahora. Porque ya no soy un muchacho que apenas está despertando al mundo, comprendo y duele más. He vivido el mundo y conocido mis límites, mis capacidades y la riqueza, el poder y el placer que el mundo me tiende al paso. No he apartado mi vista, ni sacudido la mano. he cometido errores y aceptado la esclavitud.


¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras? Esta urgencia de descubrirlo, de encontrarme en Ti, de reinventarme, no la puedo colmar por mí mismo. Solo no encuentro el sendero, me pierdo, inconstante, creyendo haber visto la luz cuando no es más que un destello. Tantos quebrantos al estar lejos de ti. Mi alma ha sido creada para hallarte, deleitarme en tu presencia y descubrirte, amarte y servirte en mis hermanos. Así, pobre entre los pobres, niño con los niños, anhelante y joven con los chavos. 


¡Gracias, oh, Dios, por el carisma calasancio! 


Dejo porque he encontrado.

21 mayo 2012

Obrigado

nota del 16 de marzo

Te doy gracias, Señor, porque toda mi vida has permanecido cerca de mí y me has dado prueba de tu gran misericordia. No siempre he sido fiel a tu Amor, muchas veces ha podido más el miedo, el enojo, la displicencia o la pasión; y me han arrastrado por caminos sinuosos que al fin no me han hecho feliz. Lo sabes, mi Señor, conoces mi barro y lo que lo levanta, lo que lo hace tropezar y lo aleja de Ti. Aunque así es, Tú no cejas en tu empeño. Nunca has dejado de llamar y sólo Tú me puedes explicar. Yo quiero ser tuyo enteramente. Sólo en la entrega total de la vida, mi pequeña vida cobra sentido. Gracias por seguir llamándome y sostenerme en esta decisión. 


Una imagen curiosa que me encontré por ahí, navegando...

18 mayo 2012

Madre

nota del 19 de enero de 2012


"En el 2009 tenía la certeza de que tenía que disfrutar a mi madre lo más que pudiera. Poco a poco se fue apoderando de mí una inseguridad enraizada en mi falta de tiempo de calidad con ella y su salud. Y me daba miedo pensar que mi madre pudiera morir. Hubo días en que el despedirme de ella me causaba algo de turbación. Tal vez mi estrés en el trabajo contribuyó. Pensar en qué seguiría en mi vida después que mi madre muriera me ponía nervioso, triste, inseguro.

"Ver a mi madre en terapia intensiva me pone triste, pero no me turba ni he perdido la paz del corazón. Tengo la plena certeza de que el Señor la habrá de socorrer y que su Obra es más profunda que mi entender. Ahora está respondiendo al tratamiento y la prognosis es muy alentadora. Sé que ella quiere vivir y luchará para ganar esta batalla. Yo confío que el Señor será su fortaleza.

"Me duele irme, con la salud de mi madre como está. A veces me asalta la pregunta: ¿Acaso no será un signo? ¿Debo quedarme entonces? Mi respuesta es que tal vez el hacer mi vida y "sentar cabeza" puede que hasta la tranquilice. No lo sé. Como me dijo el P. Marco, si yo llego a irme, le he de pedir al Señor que allane mi camino hasta su encuentro. La salud de mi madre pasa por esa senda. Por eso, el hecho de que responda al tratamiento, las muestras de amor que hemos recibido y la abnegación que adivino en el actuar de mi hermana son signos de todo lo opuesto.

"Dios nos ama tanto que no nos ha de dejar desamparados. Aunque a veces nos cueste reconocerlo, no significa que no está. Amo a mi madre mucho, soy un ser cuyo hábitos fueron en buena parte moldeados por ella. Hoy reconozco que hay un Amor más grande y perfecto, que la colma de ternura y bendición y que conoce su corazón mejor que nadie. ¿Quién como Él para cuidarla? Él, que no descuidó a María sabiendo que Cristo subía al Padre, no dejará a la madre de un discípulo suyo. La Gloria del Señor se ha manifestado en esta oportunidad para que, en medio de la prueba, tengamos la certeza de haber sido amados y bendecidos con la Misericordia y la Compasión más grandes que podamos haber soñado.

"Doy gloria a Dios por la enfermedad de mi madre y ruego que su salud vuelva para que alabemos su Nombre."

Ahora que mi madre se encuentra mucho mejor, doy gracias a Dios porque no desamparó a sus hijos, confiados a su Misericordia. Aun queda mucho trecho por recorrer, pero ver las maravillas del Señor ha reconfortado mucho mi espíritu. Sé que a pesar del dolor de la partida, tendré la certeza de que mi madre no está sola; espero en Dios que ella también sea consciente de esa presencia y se aferre a ella, como aquel "niño que no sabe dormirse sin cogerse de la mano de su madre..."

17 mayo 2012

Meses

Han pasado ya más meses de los que, me imagino, debimos haber esperado para escribir algo en estas líneas.

Yo creo que de pronto las musas no andaban tan finas conmigo como en tiempos anteriores. Ahora me ha vuelto un poco de esa inspiración, creo. Aunque sí que he escrito algunas cosillas en una libretita que cargo casi para todos lados. No escribo tan a menudo en ella, pero cuando hay que vaciarse, lo hago gustoso. ¡Sí, Señor!

En estos meses la carta que enviara a los superiores de la Provincia de México ha sido respondida brevemente. Con todo... las cosas han fluido gracias a Dios y el sueño se asoma por detrás de unas colinas que –a veces me temo– han esperado esta aurora contra mí mismo, incluso. ¡Vuelvo a la Escuela Pía! ¡Vuelvo a la faena de la Vida Consagrada, donde la lucha es grande, la recompensa infinita y el camino precisa un abandono al que se llega siguiendo una tensión que desgasta, pero renueva cada vez. Todo a mayor Gloria Suya y utilidad del prójimo.

Con sentimientos encontrados he vivido este tiempo. Saber que me voy me hace, por un lado, muy feliz porque he descubierto el llamado donde pensé que ya no estaba; me he sabido amado, elegido, tocado por la infinita Misericordia de quien conoce mi barro. No me llama por lo mucho o poco que pueda hacer por Él; me llama porque a sus ojos, ante su amor, vale la pena correr el riego conmigo. Sólo Él conoce mi barro a la perfección y pondrá lo necesario (y más) para que brille al final de la jornada, reflejando la luz de su Hoguera de Amor. Mas para eso, vendrán las pruebas, la tentación, mi propia rebeldía, la búsqueda de mí antes que de Él... y de todo eso el Señor es sabedor. ¡Y aún así me llama cada día a trabajar en sus campos! ¡Qué dicha! ¿Cómo decirle "no"?

Los siguientes textos se tomarán del diario antes mencionado. Uno diario, hasta mi cumpleaños veintiocho. Como tengo sueño, éste es el de hoy. Mañana temprano pondré el primer extracto del diario de este proceso que, aunque largo, ha sido muy de provecho para renovarme, rescatar aquello que dormía, que se creía perdido; y volver a descubrir a Quien me ha llamado a vivir conforme al estilo de vida de José de Calasanz.