12 enero 2012

Discernimiento

Después de algún tiempo y de meditar en lo profundo de mi corazón aquellas cosas que he vivido y el camino que he seguido hasta hoy, me descubro nuevo, más maduro y reflexivo, pero sobre todo más dispuesto a seguir al Señor mediante el camino que propone la vida religiosa sacerdotal.
I
Alguna vez estuve convencido que el ser Escolapio era la forma más perfecta de responder al amor de Dios. Hoy sé que no es la forma de vida más perfecta, que es un estilo de vida y una tensión hacia la entrega de toda la vida. Pensar o esperar que los religiosos (y yo mismo) seamos perfectos me ha causado mucho daño y gran amargura. Hoy acepto con humildad el llamado a participar en esta vida y plugo a Dios que me sostenga en todo momento.
Hce tiempo dije que había entrado a la Escuela Pía en busca de una historia propia y que mi padre viera su sueño realizado en mí. Pensé que aquellas motivaciones eran imperfectas, que se basaban en el miedo al fracaso. Hoy comprendo que, aunque esos elementos formaron parte, de forma consciente o no, del bagaje que me trajo a los escolapios por primera vez, no fueron la razón principal de mi ingreso, reconozco que me faltó hacer una lectura más desde el Espíritu de mi historia personal al irla revisando. A pesar de las muchas y muy intensas experiencias fundantes, la llamada sigue siendo "un viento que corre suavemente dentro del corazón," a veces de un modo ta imperceptible, que a uno le entran dudas y no sabe si ha elegido bien.Hoy no tengo la fórmula contra tales dudas y miedos, pero creo que al estar l más cerca de Cristo encontraré la fortaleza y la fe necesarias cuando la duda llegue.
II
¿Acaso le tengo miedo al mundo? Creo que no. He pasado por muchas experiencias, tanto bueneas como malas. Viví éxitos que no llenaron este hueco en medio de mi corazón. Tuve fracasos que a veces me hicieron dudar y dolieron mucho, pero nunca derrumbaron mi espíritu y me dejaron valiosas enseñanzas. No temo al mundo y sé que la obra de Dios se manifiesta en y para el mundo. Sin ser del mundo, estaré inserto en el mundo con sus esquemas. No sueño que puedo cambiar el mundo, pero sí sueño con ser signo de contradicción al ir centrando mi vida en los valores evangélicos.
III
Soy un ser muy apasionado. Vibro en consonancia con los seres que me rodean. Me considero también una persona muy sexual. Tal vez ahí esté aquello que pondrá de manifiesto la Gloria de Dios. Me encomiendo a Dios, pediré la ayuda necesaria en el proceso de formación para lograr la sublimación que el estado de vida que pretendo abrazar me requiere. Mi pulsión sexual nunca ha perturbado mi vida pública, profesional o familiar; siempre se ha vivido en privado. Es importante que no busque reprimir, sino encausar esa energía y dejar que la Misericordia vaya actuando en mí, que me transforme en vaso agradable a su Presencia. Me pongo, pues, en manos de Dios y camino adelante.
IV
Cuando volví de Estados Unidos quería ir y recorrer el mundo, estudiar una maestría en el extranjero, volverme un profesor de una universidad y llevar una vida tranquila: rodeado de mis alumnos, colegas y un perro labrador negro llamado "Nox." Me casaría quizás con una buena mujer con la que tendría dos hijos: Alejandro y/o Ángel, Catherine y/o Lía... al paso del tiempo podría volver a casa y montar una escuela modesta que, a un precio módico y justo, llevaría el otro mundo a quienes no lo hubieran visto, despertaría el hambre de caminos y los conduciría a ser algo más de lo que otros se hubiesen atrevido. Ese es el campo que quiero vender a cambio de la perla del Reino que he encontrado. 
En mi corazón siento que Dios ha soñado un plan diferente para mí, aunque hay ciertas vetas que extrañaré y elementos que pude haber conseguido, estoy invitado a responder a esa muy feliz realidad, un lugar mejor del que yo pude planear y nombrar. Yo quiero, he escogido responder a esa invitación. 
Sufrir, estar solo y tener espinas en el camino es algo que le pasa a todos los seres humanos en un momento dado de la vida. Me da la impresión que el religioso lo llega a experimentar con mayor intensidad. Soy consciente de que en momentos de desdicha y tribulación acompañaré a Cristo en su Pasión; más he visto cómo el Crucificado nunca falla en sostener a quienes todo lo esperan de Él y le agradecen con serenidad la Gracia de compartir el dolor humano y participar así, de otro modo, en el Plan de Salvación de Dios para el hombre. Lo vi con mi padre y madre, mi abuelita, Calasanz, y tantos más...
Confío poder asumir mi papel en el hoy y aquí que me ha tocado vivir. Compararme con el desempeño de mis hermanos, o de amigos que alcanzaron logros dignos de aplausos no me lleva al Reino, denota mucho amor propio y arrogancia, esconde en el fondo la necesidad de la seguridad que brinda el reconocimiento público. Ya sé lo que se siente. Estaré alerta y tendré paciencia conmigo mismo, pues retomar el camino exige la humildad del hijo que vuelve agostado del mundo y quiere abrazarse al Padre Amoroso y Fiel, el Único que es, fue y será siempre Fiel. Dejarme tocar por Dios, abandonarme, ser humilde y aceptar su actuar, mirar con Fe, entender con Esperanza y tratar con Amor a todos, empezando por mí son los retos que Dios pide de mí en el tiempo venidero.
V
Desde pequeño la soledad y la intimidad han sido el lugar de encuentro entre mi Señor y yo. A través de rezos simples dichos una y otra vez, fui descubriendo al Padre, me entusiasmaba en Hijo, y me maravillaba todo lo que, de acuerdo a la Fe de mi familia, era obra del Espíritu Santo. Siempre he admirado y respetado a figuras contemplativas que siguieron el ejemplo de Cristo en su modelo de oración al Padre, como un diálogo cara a cara con familiaridad, cargado de amor y confianza infinitos: María, Francisco de Asís, Teresita, Teresa de Jesús, Juan Apóstol, Juan de la Cruz, José de Calasanz... Gozo la consolación que hoy me toca y aguardo la desolación que templa el Espíritu y ¡cómo cuesta!
VI
A examinar mi historia personal, descubro que no hay comunidad sin amor para mí. Me maravillo al contemplar que en diversas ocasiones he sido punto de unión entre polos opuestos, he visto a dos hermanos hacer la paz o he vivido el amor y la aceptación de un grupo humano. Todo eso son pequeños destellos de lo que Dios hace conmigo en medio de la comunidad. Hace tiempo me confundí y pensé en la comunidad como un fin, no como un medio y mucho menos como un reflejo que se va tejiendo de fallas tanto como de virtudes. La desesperación me hizo coger las maletas e irme. Hoy reconozco que la comunidad es un reto a ir construyendo desde la Esperanza, con Fe en que "Dios nos construye la casa" por su Amor. Y comprendo que no siempre tendré hermanos santos, que hay personas que no se caen bien y no por eso dejan de vivir en torno a un Jesús que, me imagino, los reta a vivir en comunidad pacientemente. De esto Calasanz es un gran ejemplo. No siempre tuvo los hermanos que lo edificaran, es admirable como pudo ver a Jesús en ellos y mostrarme que quien tiene a Dios no le falta nada y, por tanto, vive en comunidad nutriéndola y nutriéndose de ella. 
Yo nunca he dejado de ver a los Escolapios como mis hermanos. Las sonrisas y los abrazos que siempre he encontrado entre los padres han sido un signo crucial en mi búsqueda vocacional. Estando con algunos de ellos me siento muy a gusto, feliz. Siento a la comunidad de la provincia (que es con quien he convivido) como una familia para mí, estar con ellos es estar en casa. Y en casa hay problemas, pero es tu casa. Me tomó 7 años entender eso y aceptarlo con humildad y disposición a tomar parte en la construcción que el Señor dirige y alimenta por su Misericordia. 
Mucho de cuanto he vivido en estos años me ha enseñado a ser más paciente y más tolerante con los demás. Aunque me gusta como hago las cosas, reconozco que es sólo una forma de las millones que hay en el mundo. Sólo ahora he comprendido que la vida comunitaria puede ser la vida en común buscando el sueño de amor que hemos sido llamados a encarnar, o puede ser barrera que duele porque los hermanos tienen defectos que afectan a ese plan. Es un error que ha cobrado un precio muy alto en mi vida el considerar a lo primero un elemento perfecto que ya existe por sí mismo en la vida religiosa, o condenar lo segundo creyendo que todo está mal y no hay esperanza. La búsqueda de un equilibrio pasa por la tolerancia, la paciencia, la humildad, la perseverancia y la comprensión; pero sobre todo por la oración en común, la fe en que estamos aquí por Dios y no por un hermano en concreto, sea un amigo o un detractor. A esa madurez aspiro, pues ya he experimentado las consecuencias de ambos errores y quiero aprender de ellos.
VII
Mi historia personal se puede leer desde muchos puntos de vista. Comprendo que la certeza absoluta del camino que debo elegir (y que buscaba al iniciar el proceso) no va a llegar. La fantasía de una revelación extraordinaria con campanillas se ha cambiado por una serie de muy sutiles, a la vez que brillantes, mociones del Espíritu en mi corazón. Comprendo y acepto con gran gozo y profundo agradecimiento que Dios haya seguido preparándome en su plan durante los años lejos de la Escuela Pía, que me haya sostenido con su luz en mis horas de oscuridad y me haya inspirado a buscarlo cuando el tiempo fue propicio. Respetó mi propia búsqueda del amor humano de pareja, una familia y la vida desde otra trinchera; y se valió de esa inquietud para mostrarme sus vericuetos y guiarme de modo que, al cabo del tiempo, me diera cuenta que el lugar al que pertenezco, donde mi corazón ha encontrado un espacio al que puede llamar hogar es en el proyecto de vida consagrada. 
Lo saboreo como una llamada real, personal, misteriosa y gratuita. Ya no es la búsqueda de identidad e historia propias en un adolescente confundido, sino el anhelo joven de responder libremente al llamado a un abandono radical que cuesta, da miedo, pero que ya no puedo desoír a riesgo de ser infeliz. Tengo fe en que Dios me irá sosteniendo en esta lucha, pues creo firmemente en sus promesas. Mis inquietudes son grandes pero su Gracia es mayor. Lo he experimentado. Se me expande el corazón y se acelera el pulso de tan sólo pensarlo. 
De ahí que concluyo que este proceso ha sido de liberación, de encuentro con mi más íntimo ser, el que vibra con esta vocación y que sueña y sonríe al saberse parte de un Plan Mayor, al que desde chico le pareció diáfano que tenía algo en común con los Patriarcas, los Profetas y se sabía heredero de esas promesas de forma especial, personal. Con una confianza y un abandono afianzados en el Amor que el Padre derramaba día con día en su alma a través de las mediaciones que, desde pequeño, han sido una concretización que me ha ayudado a avanzar en mi vida. A esto he venido al mundo y desde ahí toda mi vida y mi andar cobran sentido. Lo que por años negué es quien realmente soy. Lo sé por la gran paz interior que esta afirmación produce en  as mundo lleno de triste. En un mundo lleno de tristezas, cargado de ansiedades, de miedo y de ira, que ha perdido la esperanza y todo relativiza, Dios me creó para ser instrumento suyo para brindar su amor. Ah, ¡cómo cuesta! ¡Pero cómo lo disfruto!
El camino no se termina nunca porque siempre habrá algo nuevo que pulir. la vida es camino y Dios nos la ha dado. Lo busco a tientas y creo ver pequeños destellos aquí o allá en una oscuridad que invita al abandono que nace de la atenta escucha. Caigo muchas veces y el Señor espera que me levante y lo siga a la Vida Eterna. A andar, andar...