23 diciembre 2012

Reflexión antes de Navidad

Querido Dios. ¡Feliz Navidad! Gracias por compartirnos a tu hijo Jesus, por dejarnos conocerlo, porque al conocerlo a Él, te conocimos a ti. 
Lo que me sorprende es que haya nacido en un pesebre austero, humilde, pobre. La pobreza material siempre me ha cuestionado, no me gusta, no la quiero, no la acepto, porque pienso que los bienes materiales deberían estar destinados justamente al bien común, al bienestar de la persona y de los pueblos, es decir, de todos. Me niego a pensar que ideaste una humanidad dividida en clases sociales, más bien creo que éstas son el resultado de la mezquindad de algunos hombres. Me lastiman los rostros de la gente que sufre por no tener lo elemental para existir, e igualmente, me hiere la postura humana egoísta que tiende a acumular más de lo que tiene, aunque no le haga falta, y que se desvive por comprar, por regalar, por adornar, por gastar sin sentido. En estas épocas las tiendas están repletas de cosas y de gentes. Forman largas filas en las cajas de cobro, se empujan porque quieren pasar primero, se molestan, se enojan. Pero esto es sólo para unas personas y familias, para las que pueden. La inmensa mayoría, sea de ciudades urbanas o rurales, no tienen la posibilidad pero la ansían, la desean, la esperan, la sueñan. Es sumamente cruel no tener y querer, no poder y ansiar.
Pero tú pusiste la pobreza material como el telón de fondo para el nacimiento de tu hijo. ¿Por qué? Los relatos de los Evangelios de Mateo y Lucas no dejan lugar a dudas, cambian los detalles, pero no la realidad cruda. Tu hijo nació sin ninguna comodidad y sus padres con muchas preocupaciones terrenales. Sé que había alegría en sus corazones, pero ¿qué tenían ellos que ofrecerle? ¡Muy poco, casi nada! Ni siquiera una casa, un espacio propio. Tuvieron que tocar puerta tras puerta, hasta que encontraron un paupérrimo pesebre, en donde guardaban del frío a los animales de trabajo ¡Y no había nada más!
Tanto nos ha molestado esta escena del nacimiento de tu Hijo, que la hemos endulzado y hemos traicionado así su sentido, convirtiéndola en lo que no es. Ahora los pesebres son estilizados, adornados con luces y otras baratijas, que se cambian cada año, con el pretexto de que hay que estar a la moda. Festejamos el nacimiento de tu Hijo con las preocupaciones de la fiesta, de la comida, de los invitados, de los bienes materiales, más que con la reflexión o la meditación. 
Querido Dios: todo lo haces bien. Y sé que el nacimiento de tu Hijo, hoy en particular, viene a salvarnos del materialismo y del consumismo, de la agresión y las múltiples formas de violencia en las que hemos caído. Viene a gritarnos que la felicidad no está ligada a un bien material, al dinero; que para ser feliz no se necesita más que un corazón dispuesto a descubrir la alegría, propia y la del otro, aún en las circunstancias más difíciles. Que no se necesita solamente tener para compartir, pues lo mejor que se puede dar es la vida misma, lo que uno es. 
En tu Hijo, tú nos diste el mejor de los regalos, la mayor de las dichas. Pudiste haber hecho un mundo nuevo, llenarlo de múltiples riquezas, transformar de un soplo todo lo malo que había en esta tierra... pero preferiste darnos a tu Hijo, lo que tú mismo eres, a tu amado. Y lo hiciste de una manera tan sencilla y humilde, con el tierno nacimiento de un niño, en un pesebre, sin riquezas, pero rico en todo, que al contemplar la austeridad suya, me lleno de vergüenza porque ansío y quiero tantas cosas que no son tú. 
Con su nacimiento surgió la esperanza, el anhelo de luchar por un mundo mejor, con base en el trabajo, en el esfuerzo, pero sin equivocar el rumbo. El éxito de un hombre debe ser su felicidad, nos gritas desde el cielo... Y todos los días nos llenas de detalles para descubrir que fuimos hechos para ser felices. Y aunque caminamos ciegos, sordos y mudos y preferimos las tinieblas a la luz, tú estás siempre esperándonos para gritarnos que nos amas y que nos amarás eternamente. 
El nacimiento de tu Hijo no nos invita al conformismo, por el contrario, nos impulsa a ser siempre mejores. Mejores seres humanos, mejores personas. Tú no quisiste que confundiéramos el nacimiento de Jesús con el poder, antes bien, escogiste el amor como el camino para llegar a ti. Y de amor estaba rico el corazón de José y María, aunque las circunstancias fueran apremiantes. No tenían mucho, pero desbordaban de amor aquella noche santa en que nos diste el regalo de la Vida. 
¡Feliz Navidad, Señor! Y que al contemplar a tu Hijo, nos llenemos todos de paz y amor. Transforma nuestros corazones para que un día, TODOS, podamos alabarte sin que nadie se quede sin participar de la fiesta, del banquete; ayúdanos a desterrar de nuestras mentes y corazones la tentación de sentirnos diferentes; ilumínanos para retomar el camino recto y vrnos todos como hermanos, porque el gran milagro de Navidad nos quitó el velo, y podemos decir que todos somos, en Jesús, hijos tuyos. Fuimos creados para amar y dar felicidad.
¡Feliz Navidad, Señor! Y paz a los hombres de buena voluntad. 

Reyes Muñoz Tónix Sch. P.

21 diciembre 2012

Contrastes

Hace nueve años no estaba en casa. Por múltiples circunstancias y la única razón de considerar al mundo en dos tonos: blanco y negro, no me sentía en casa. Todo lo que vivía me parecía o una farsa perfectamente montada, pero sin sentido; o una cruel y helada rutina que ya había sido establecida para el mero cumplimiento. En cualquier caso, en algunas noches me parecía que cualquier otro sitio podría ser mejor para mí. Miraba la luna, pensaba en lo que había dejado, en la decepción de no encontrar aquello que buscaba como lo había imaginado... el dolor penetrante y agudo de quien no comprende porqué su mundo se ha derrumbado, ni sabe "qué hacer con las ruinas que tiene alrededor." Fueron días negros en verdad.

Hoy estoy en casa. Por múltiples circunstancias y la única razón de tener un Padre que me ama y me ha conducido con paciencia para conocerlo mejor, vivo en el mismo espacio físico que hace años. La casa es diferente. Yo soy diferente. La comunidad es diferente. Mi Padre me ha expandido el corazón. Estoy verdaderamente lejos de vivir el ideal y me gusta que así sea porque eso garantiza que yo viva en tensión día con día. En tensión, sí, porque el amor me guía: a veces es un amor egoísta y otras veces es un amor oblativo. Mi corazón se percibe con una intensidad increíble. Estoy viviendo días brillantes en verdad. 

Toda esta reflexión nace del hecho de que hoy es nuestra posada en la casa. Tiempo atrás no estuve en esa posada. Hoy estoy contento y me anima toda la actividad que se vive aquí. Acaba de decirnos el formador algo chistoso: "Ni en mis tiempos vi tanto entusiasmo." Yo, que viví un año de "sus" tiempos puedo decir los mismo, pero no diría que la comparación sea justa. De hecho, me había dicho que no compararía esas dos etapas de mi vida como si una fuera "mejor" que otra... así que por eso me parece sólo chistoso. Además, compruebo que los seres humanos casi siempre buscamos un referente en nuestra historia desde el que podamos engancharnos a los eventos que vamos viviendo. ¡Qué bello!

Después te hablaré, querido lector, de esa intensidad y de cómo puedo decir "he vuelto, pero no" Je, je, je... 

06 diciembre 2012

Noche

Esta es una noche que pasaré bajo el puente. Tengo el corazón rebosante, pero a la vez temeroso y trémulo. Me siento como si estuviera nadando en una masa de aire que se mueve conforme al ritmo de mi corazón. Hoy me preguntaron si veía a las estrellas y me preguntaba de dónde venía o qué hacía aquí... Las estrellas siempre me han parecido tan bellas, tan estimulantes para mi imaginación cargada con historias de otros mundos que quién sabe cómo ni donde aprendí. Al mirarlas, siento paz, como saber que hay algo trazado para mí, que hay Alguien que vela por mí, que está en mi corazón y me llama a mirar sus estrellas y recordarlo, sentirlo vivo dentro de mí, fuera de mí, rodeando mi corazón y sosteniéndolo en la palma de su mano. ¡Qué intensa es la sensación! 
Orión es, ha sido, un punto de referencia en mi cielo, desde mi infancia. La simetría que forma el cinturón de Orión, la relación perfecta entre sus estrellas (3) que brillan y se alinean cada noche invernal... fue el primero de los objetos celestes, la primera figura que llamó mi atención aún sin saber su nombre. Cada vez que la miro, mi corazón se renueva con la certeza de un camino, de un plan. Es el cinturón de un cazador... mi vocación errante e inquieta se confirma con esa revelación. Es el receptáculo de una hoja afilada... esta lengua que se me ha dado para algo más, algo que todavía tengo que descubrir. Tal vez. Elucubraciones.
Pensar en estrellas es pensar en grillos, en noche, en frescura, en el olor reciente de humedad en el suelo o el pasto, en luciérnagas que encienden y apagan a lo lejos, en el silencio poblado de pequeños ruiditos que relajan, que bañan el alma de un dulzor especial que dispone a los más bellos sueños... "Las estrellas titilan a lo lejos"
¡A cuántas personas no recuerdo cuando miro arriba y me sonríen los luceros cargados de nostalgia! ¡Cuántos se han ido adelantando y "miran desde arriba" a estos que permanecen en este valle de lágrimas! Mi corazón se estruja a veces al pensar en las historias inconclusas con seres tan valiosos que conocí tan poco, o en los pendientes que dejan los que han marcado profunda huella en mi existencia, los que han forjado partes muy mías... también el cielo me habla de que están vivos, que su esencia permanece en algún sitio y que el calor que siento en mi corazón cuando los pienso es su forma de seguirme diciendo: "te amo" y por todo eso vivo agradecido. 
La oscuridad de la noche siempre me inspira. Soy un hombre que trabaja mejor de noche, que sueña despierto y habla en la noche con el corazón en la mano, con la subjetividad a flor de labios, que recuerda con el amor que inunda su corazón... que respira el júbilo que anida en su pecho desde tiempos antes del tiempo, de su conciencia del paso inexorable de las horas. La oscuridad es clara como el día para Quien me conoce en lo profundo y me mira con ojos de misericordia. 
Mi corazón inquieto se goza con la noche... 
...aunque últimamente también he ido gozando más el día, el brillo del sol y la tibieza que inunda mis sentidos cuando me pongo frente a él y le susurro lo que Dios murmura en mis oídos.