23 noviembre 2011

Epistolae

Hay ciertas cartas que no me imaginé escribir en mi vida. Mientras las examino, me doy cuenta de lo lapidarias que pueden ser las palabras bajo determinadas circunstancias, cómo aquello que dejamos tiene su forma particular de volver a nosotros y cuánto puede reflejar lo que escribimos sobre el crecimiento y el carácter de cada persona. 

Al redactar aquella carta de petición de entrada a las Escuelas Pías a un padre que no conocía, plasmé muchos de los sueños febriles que enardecían mi corazón y me prometían que el mundo era mío. Es curioso volver a ver ese joven e iluso corazón, me causa ternura y lo respeto por la temeridad que mostraba.

Las líneas que dedique a mi familia y amigos fueron siempre apasionadas. Siempre trataba de transmitirles mi cariño y, a la vez, irles mostrando lo contento que estaba de vivir el sueño que, a la postre, se convertiría en una forma de vida: un cosmos.

Siempre traté, sin éxito, de madurar mis afectos por Adriana. Mi vida acababa junto a su destino y ella era la única ligadura que nunca corté, la barca que no se hundió, el sueño paralelo de una vida paralela. La alternativa que no pasó la prueba para quedarme a vivir el "happily ever after." Hubo cartas, una en particular, donde le decía que ya no podía verla y contemplar la posibilidad de estar juntos como pareja. Hubo muchas donde le dije que volvería, y así fue.

¡Cómo me iba a imaginar escribir la cara de salida! Y sin embargo, lo hice con la misma intensidad, fruto de un hastío y de la desilusión. Como una carta que escribe un adolescente a sus padres cuando está haciendo un berrinche. Me fui de casa dejando una carta "revolucionaria y contestataria" en la mesa de la cocina. Pensé que no los volvería a ver.

Cada post en un diario electrónico se fue volviendo un testimonio simple y una carta abierta para mi querido lector. Cartas que iban con la intención de aliviar soledades y terminaron un día con una misiva escrita de madrugada y en mi bandeja de entrada un 14 de septiembre. El blog no se apagó y la amistad perdura. Mucho aprendí y sigo aprendiendo gracias a ella. 

Yo no sé qué siga, pero sé que pronto vendrá una carta que lo preparará todo para el paso que sigue. La pluma, como el Espíritu, nunca está quieta.

18 noviembre 2011

Andante

Un paso más, tan sólo uno. El vértigo me viene de lo desconocido; eso siempre me ha puesto en guardia. Por momentos la llamada parece diáfana, como si no hubiera otra explicación para lo que soy. Luego, todo se va nublando con pensamientos y sentimientos que me llevan a cuestionarlo todo y volver a comenzar. A veces me descubro pensando en círculos, sin avanzar un ápice. Tengo que callar para que hables Tú. Pero es mi vida de lo que estamos hablando, ¿no debería ser un diálogo? ¡Negociando con Dios! Hay tanto que decir, tantas expectativas, sueños, ilusiones, planes, ideas y proyectos... un mundo: el mundo. Mis peros y mis noes se van disolviendo muy lento. Me convenzo con mil argumentos de lo mucho que debo descubrir en mi corazón, que aún estoy peregrino. Y ya dentro de mí Tu Espíritu hace mella. ¡Cómo cuesta, Señor! Me vas envolviendo sin que yo lo sepa. Has soñado conmigo, me dicen, pero no puedo adivinar tus sueños. Todo se vuelve un símbolo de aquellos que es muy claro bajo tu Luz. Hay que leer entre líneas, atisbar entre destellos y darles el sentido apropiado en medio de esta oscuridad. Mi débil fe no alcanza para esta vida en tinieblas y necesita tu Gracia. El precio por la luz es un abandono que siempre me ha costado. Me rebelo y me tienes paciencia. "Dios nos mira con ojos de misericordia."

17 noviembre 2011

Allegro

Vivir cerca de Dios es siempre algo que seduce al principio y que asusta en ocasiones, pero que compromete al final. No sólo aquellos que viven consagrados a Él están comprometidos, pues el llamado es para todos.
¿A qué me llamas Tú ahora? No lo aseguro aún porque voy de peregrino. Me llena de gozo y entusiasmo que vuelvas a salir a mi encuentro en este recodo del camino. Aunque también me entra el miedo y un poco de desconfianza. No desconfío de Ti porque has acompañado, guiado y facilitado mi sendero, dudo más bien de mí porque la última vez pediste tanto que salí huyendo buscando otro camino. Temo hacerlo de nuevo. ¡Esta inconstancia mía que hoy, después de tanto tiempo, vuelve a ser una trampa! 
Y sin embargo, otra vez, todo mi mundo tiene significado y mi vida, sentido. Tengo que ir descubriendo tus designios en medio de un desierto con dudas y agonías; son lindos los momentos cuando desvelo aquello que siempre tuve delante pero que hoy cobra sentido.
Tú estás conmigo. Saberlo es distinto a llegar a sentirlo; sentirlo no es nada si no se está creyendo. Más que toda mi inteligencia –de que tanto me jacto– y más que el corazón –al que a veces olvido– es la fe en Ti la que debe irme guiando mientras desciendo a tientas hasta la intimidad donde te hallo. 
Me han sido dados dones, poderes especiales. La pregunta hoy es ¿qué debo hacer con ellos? Esta búsqueda es Don, pues su Palabra se regala a quien la busca. Mi búsqueda es conquista porque debo ganarla. Sólo escucha su voz quien a sí mismo calla. ¡Qué difícil silencio! Mas también hay gran gozo al despuntar el alba. La dicha de saber que muy dentro de mí Tu presencia me aguarda. 

15 noviembre 2011

Adagio

Comenzar de nuevo, desde el principio que ya casi había olvidado. Recordar los caminos sabiendo que no habrá un sólo recodo que deba repetirse, ¿o tal vez sí? Pensar que todos podemos plantearnos una interrogante fundamental para dirigir la nave hacia otros derroteros. Soñar otra vez, con más miedos y más inseguridades, sin el arrojo que los años núbiles nos urgen. Aquella llamada... esta llamada... ¡Eres la luz y siembras claridades!

Voy despacio al principio. Me he dicho que no soy yo, que debe ser alguna cosa que alguna vez se quedó en mi subconsciente y ahora reaparece. Me convencí que perseguía los sueños de quienes me dieron el ser y no los míos. Me ilusioné con unos ojos brillantes y la voz de quien luego se perdería en la bruma de los tiempos, dejando un ensueño borroso y dulce, como el olor de la canela en una taza de café de mi abuela. Me aferré a la docencia como un modo de vida, como "lo mío" y "lo que me interesa." Me dejé adular, esperé que todo se callara con el ruido de mil actividades y de la distancia y el tiempo. ¡Quise engañar con tiempo a la Eternidad! A base de terapias luché por renunciar a un sueño que me siguió por mucho tiempo. Después de mucho reflexionar, alcancé la pavorosa conclusión de: "no es lo mío y por más quiera, si sigo aquí estaré infeliz y sin rumbo." Así que retomar el camino fue una tarea difícil. No porque los sueños se hubieran difuminado, sino porque yo dije que no volvería a esa vereda, a ese recodo del camino, que aquello se había olvidado. 

Una pregunta generó una avalancha de recuerdos que tuve que digerir primero para poder responder con más firmeza, no como un arrebato. La semilla que echo brotes en más preguntas por resolver, recuerdos que redimir y sueños que visitar. –otra vez– Finalmente, hablar con Marco Antonio y repasar la forma en que todo se vino abajo, mi casa en ruinas; una que volví a construir, pero que parece que debería dejar. ¿Quién te dijo que tendrías una casa? (Lc 10,58) Así que había que plantearse muchas más preguntas de las que me hice cuando tenía 18 años. Entre más seguridades se tienen, más inseguro se vuelve el hombre.

Ni hablar, hay que volver a empezar. Justo desde donde lo dejamos, pero no igual. He cambiado mucho, mis sueños evolucionaron, mis ideas y opiniones ya están formadas en su mayoría, dejarme guiar no estaba... bueno, ¡nada de esto estaba en mis planes, realmente! Pero supongo que esto es así, el Espíritu arrebata a quienes menos se lo esperan... y hasta alienta a los hijos a volver a la casa del Padre.

¿Hacía dónde va todo esto, Señor? ¿A dónde vamos?

13 noviembre 2011

Preludio

¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?

A veces me he preguntado más de un porqué. Mi salida del seminario y mi vuelta a Oaxaca fueron procesos muy accidentados de los que salí airoso porque la vida sigue y Dios siguió conmigo, bendiciendo mis pasos, mostrándose en el apoyo de quienes viven cerca de mí. (o vivían en aquél entonces) Pero siempre estuvo ahí; un hueco que a final de cuentas no han podido llenar las experiencias y el mundo de gente que he conocido, los sueños que yo mismo he diseñado para luego vivir... siempre se queda esa inconformidad en mi corazón que no alcanzo a comprender, ni mucho menos a explicar. Sin embargo, eso nunca fue motivo para plantear una duda fundamental porque lo pensaba anecdótico, lógico; una consecuencia más de haber estado para luego salirme de un modo de vida –que no de una carrera– y mi idea de que el ser humano luego se plantea escenarios alternativos a la vida que decidió vivir. Así, yo transcurría mis días con la pasividad y tranquilidad de quienes no tienen más qué preguntarse. 

Una mañana, tres palabras sirvieron para poner a girar aquello que juré superado, despertar las incógnitas que había acallado después de tanto tiempo. (ni tanto) <>