25 octubre 2009

Reencuentro

Hacía mucho tiempo que no escribía algo como lo que leerás a continuación, querido lector. Temo que la rueda de la vida ya giró para alguien especial y para mí. Es curioso porque la vida te presenta con oportunidades cuando menos imaginas que vendrán. Sin más preámbulos... helo aquí.

Los lejanos ecos se revuelven, y la las olas de antaño me provocan. Empiezo con tiento, no me quiero perder y no quiero que un juego me deje malherido una vez más. Pero escuché en un sitio que el amor es un riesgo que siempre hay que correr.

De este vals mi corazón nunca olvidó los pasos; sólo teme bailar.

Luego te mira y siente cerca,

se embriaga de tu esencia y de tu hechizo,

de tu sonrisa eterna y de tu soledad.

Me va llevando suave, despacito, hasta tu corazón.


Te tomo lentamente, tú me miras.

Preguntas dónde estoy.

Yo te miro y suspiro: “El paraíso”,

susurro, es hacia donde voy.


En tus labios me encuentro

la ambrosía de la entrega total.

Y es que ellos son la llave

y la puerta de tu sensualidad.


En este vals tu corazón despierta al vaivén de los besos que lo mecen en paz.

Nuestras almas comienzan una danza

que traza su camino en el cielo que nos mira con fe.


- “¿Quiénes son?”

- “Son amantes antiguos

que dejaron su sueño

para irse de aquí.”

- “Y ¿Para qué han venido?”

- “Quieren robarle al tiempo

un instante y desplegar al fin

las alas que el cielo les ha dado

para poder volar.”


Así hablan arriba mientras el “tú” y el “yo”

se convierten en “nos”


Retomamos aquellos ensueños que dejamos atrás.

De suspiros, abrazos y besos se construye un altar

donde ha de otorgarnos su magia una estrella fugaz.


¿Qué buscas?, te pregunto.

Sonríes, ¿Qué pides tú?

¿Lo recuerdas? Recuerdo.

Cada noche

en secreto lo hacía,

aunque no lo dijera,

mi tenaz corazón.

Henos aquí, respondes, sin mayor ambición.

Y cerramos los ojos en los brazos del otro

suspirando, mecidos,

embriagados sin vino por un sueño feliz.



14 octubre 2009

Reina de la luna


Justo cuando los sueños estaban extintos y las alas rotas...

Ahora resulta que la vida es una rueda de la fortuna y nos ha puesto en un cruce de caminos otra vez, juntos... aunque siempre es distinto cuando estamos juntos, ¿no es así? Ahora resulta que siempre sí podemos ser felices y que la vida nos espera con los brazos abiertos para darnos un cuenco con leche y miel. O que cuando dejamos de esperar que algo suceda, esto siempre nos llega a la puerta de la casa. Que cuando estamos a mitad de una clase un zumbido nos puede despertar todo el letargo de años de reposo, de nada. ¿En verdad puede ser tan fácil?

Ella llamó en la mañana de un sábado. Me llegó una mañana
de domingo, con un pequeño en los brazos, una sonrisa en el rostro y un enigma en los ojos mientras hablaba conmigo. ¿Qué quería? Y yo... ¿Qué esperaba de ella? Son preguntas que aún hoy no sé bien cómo responder. Y es que de pronto todo el brillo se había desvanecido, un vendaje en su brazo era la pálida metáfora de cuanto había pasado en sus días, con sus decisiones, sus sueños, los planes y las esperanzas que puso con otra persona. Así estaba, frente a mí, con los ojos ansiosos y los labios prestos... mas pudo más la paciencia.

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A la semana siguiente, sin embargo... henos aquí: dispuestos a arrostrar el mundo. Yo, cargado de dudas, de reticencias. Tú, con la incertidumbre, con las ganas de ya no seguir empujando tu rueda tú sola... ¿Qué sigue? ¿Por qué aquí, ahora, sin más preámbulos? Ni tú ni yo supimos responder a semejantes dudas... sólo dejamos que la magia del plenilunio nos fuera envolviendo al ritmo del jazz y el sabor de un café que amenizó una charla larga y llena de mensajes dichos entre líneas, en un lenguaje que ambos aprendimos hace siglos, antes de que las historias nos marcaran rumbos diversos. Al final, o tal vez fue el principio... como sobraran las palabras, o faltaran los silencios, decidimos que era mejor permitirnos congelar el tiempo y el espacio mientras el encanto de la noche de Antequera nos cubriera.
La noche fue nuestra. Las calles nos parecieron familiares, mientras al avanzar nos acercábamos más... no sólo físicamente, claro está. La luna sonreía, yo abrevaba el néctar con sabor a nuevo, a antiguo, a triunfo... una danza febril y ligera, llena de promesas y de sueños. Tú y yo: henos aquí.

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Mi reina de la luna... tu mosquetero favorito.