17 mayo 2012

Meses

Han pasado ya más meses de los que, me imagino, debimos haber esperado para escribir algo en estas líneas.

Yo creo que de pronto las musas no andaban tan finas conmigo como en tiempos anteriores. Ahora me ha vuelto un poco de esa inspiración, creo. Aunque sí que he escrito algunas cosillas en una libretita que cargo casi para todos lados. No escribo tan a menudo en ella, pero cuando hay que vaciarse, lo hago gustoso. ¡Sí, Señor!

En estos meses la carta que enviara a los superiores de la Provincia de México ha sido respondida brevemente. Con todo... las cosas han fluido gracias a Dios y el sueño se asoma por detrás de unas colinas que –a veces me temo– han esperado esta aurora contra mí mismo, incluso. ¡Vuelvo a la Escuela Pía! ¡Vuelvo a la faena de la Vida Consagrada, donde la lucha es grande, la recompensa infinita y el camino precisa un abandono al que se llega siguiendo una tensión que desgasta, pero renueva cada vez. Todo a mayor Gloria Suya y utilidad del prójimo.

Con sentimientos encontrados he vivido este tiempo. Saber que me voy me hace, por un lado, muy feliz porque he descubierto el llamado donde pensé que ya no estaba; me he sabido amado, elegido, tocado por la infinita Misericordia de quien conoce mi barro. No me llama por lo mucho o poco que pueda hacer por Él; me llama porque a sus ojos, ante su amor, vale la pena correr el riego conmigo. Sólo Él conoce mi barro a la perfección y pondrá lo necesario (y más) para que brille al final de la jornada, reflejando la luz de su Hoguera de Amor. Mas para eso, vendrán las pruebas, la tentación, mi propia rebeldía, la búsqueda de mí antes que de Él... y de todo eso el Señor es sabedor. ¡Y aún así me llama cada día a trabajar en sus campos! ¡Qué dicha! ¿Cómo decirle "no"?

Los siguientes textos se tomarán del diario antes mencionado. Uno diario, hasta mi cumpleaños veintiocho. Como tengo sueño, éste es el de hoy. Mañana temprano pondré el primer extracto del diario de este proceso que, aunque largo, ha sido muy de provecho para renovarme, rescatar aquello que dormía, que se creía perdido; y volver a descubrir a Quien me ha llamado a vivir conforme al estilo de vida de José de Calasanz.

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