30 marzo 2006

Pensares...

Día tras día la vida se nos escurre entre los dedos, como agua que corre en un río en el que estamos sumergidos. Estamos a punto de terminar el tercer mes de dosmilésimo sexto año de nuestra era. Este año se me está yendo cada vez más rápido.

Vertiginosamente, esa quizás sea la palabra adecuada para lo que quiero decir esta noche. Hoy comprendo que de algún modo u otro, nuestras vidas se van, pasan... ¿qué nos queda? Tal vez los recuerdos son algo que atesoramos tanto porque son el testimonio de nuestro paso por el mundo, de nuestra existencia. No podemos tolerar que este transcurrir sea estéril y fatuo. Por lo tanto, nos esforzamos en conseguir las metas planteadas para nuestra corta carrera.

Porque en eso estamos, un éxodo contínuo que no acaba hasta llegar a nuestro lugar de origen. Describimos un círculo y mientras lo hacemos, desarrollamos esto que hemos convenido en llamar "Vida". Un instante en el eterno contínuo de un tiempo que no resulta más que un accidente. Estamos aquí y es una maravilla que nuestros instantes coincidan y se junten sólo por un momento. Granos de polen que se encuentran por la acción del viento en las ramas de los árboles, mientras la primavera canta su eterna melodía incesantemente.

Somos caminantes y a veces debemos aceptar que nuestras huellas sean borradas de la arena de la historia por el mar del olvido. Sin embargo, el corazón guarda memorias con celosa devoción, poseemos un fragmento del tiempo y lo encerramos en esta vieja caja de nuestra mente. Una caja que a veces deja abiertos sus tesoros a la contemplación de otro paseante.

Y nacen las relaciones, en medio del vértigo que el temporal causa a nuestros frágiles cuerpos. Nos las ingeniamos para posarnos un momento en las alas de una mariposa que nos conduce hacia un paraje boscoso y tranquilo, junto a un río que nos contempla asombrado. Y el momento se hace eterno para nosotros... el mundo puede seguir. Hemos alcanzado la inmortalidad al comprender que somos afortunados por un instante y que la eternidad no es necesaria para gozar el mundo.

Nos configuramos con el otro y somo uno ahora. Esto es: la bendita semjanza. Ya no hay más barreras que nos impidan seguir adelante. Somos más libres aunque no logremos a veces salir de la caverna. La intensidad de la experiencia radica en ese instante, en la chispa que estalla y desequilibra nuestro continuo temporal; que nos eleva a un plano sagrado donde la fortaleza de nuestros pasos está en el brazo que nos sostiene mientras andamos el mismo trecho de camino.

Llegamos a la inmortalidad y nuestras almas han llegado a los brazos del Padre para entender por fin que somos uno.

Y el devenir caótico se transforma en la apacible corriente del río en el que estamos sumergidos. No detenemos el agua, pero ahora sabemos porqué corre.

3 comentarios:

  1. ¡Qué bueno leerte, querido Oti!... Admiro tu sensatez, tu inteligencia y tu fe. Mira si será maravillosa la vida, que aun sin buscarlo, nos ha dado la oportunidad de encontrarnos en un punto de este largo peregrinaje para que seamos amigos. Un fuerte abrazo,
    Anaxágoras

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  2. Esto si me deja sin palabras....

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  3. Gracias, hermanito Anaxágoras... no sé si merezca todos los atributos que has escrito, pero agradezco que me digas eso. Dios te bendiga.

    Lía... a veces es el silencio el más elocuente de los mensajes :)

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