17 marzo 2006

Al pie del muro

A través de nuestra existencia, levantamos muchos muros. Los muros nos protegen, nos alejan, nos ocultan, nos detienen, nos imponen. Los levantamos porque los necesitamos, porque los demás nos obligan a hacerlo, porque no tenemos otra salida ante las circunstancias. Los encontramos porque los demás, así como nosotros, los levantan con suma facilidad.



Yo no sé si es fácil derribarlos. Yo sí sé que yo no puedo hacerlo con la facilidad que quisiera. Porque una vez que levanto un muro, mi orgullo y soberbia no me dejan tomar el martillo así como así. Y creo que es el caso de muchos de nosotros. Así, nos vamos volviendo seres encerrados en una gran habitación hecha de muros, tras muros, tras muros. Y no queremos derribarlos.



Y ¿por qué no queremos hacerlo? Porque como dije antes, creamos la necesidad de ellos en nuestra vida. No queremos sufrir, no queremos que los demás nos vean como somos, tenemos miedo a ser juzgados, observados, lastimados, maltratados. Tal vez porque sabemos que si alguien abriera una brecha entre sus muros, le hacíamos lo mismo; tal vez porque un día abrimos una puerta y entró la persona incorrecta. ¡¿Cómo saberlo?!



El punto es que vivimos así, en nuestras habitaciones. Y yo no las condeno, más bien no las entiendo muchas veces. Hoy es una de ellas. Anoche mi corazón escuchó, se asomó por encimita del muro de alguien más. Tuve mucho miedo al principio, porque no sabía que iba a ver; pero una vez que mis ojos se posaron en el interior de la habitación supe que estaba bien. Y luego, el silencio, uno de esos que viene para hablar por nosotros; de los que llegan cuando se acaban las palabras y entendemos que el amor infinito sólo se contiene en el silencio de la noche.



Entonces, mientras recordaba mis rutas "Joya-Tlalcoligia", me vino una pregunta a la cabeza: ¿Por qué tardamos tanto en hablar? Nuestros muros estaban ahí, muy a pesar de la cercanía, de la cotidianeidad. Ahí es donde yo no entendí el muro, o más propiamente, su permanencia.


Claro, poco a poco y ladrillo a ladrillo, los muros van cediendo ante la humanidad, la chispa de Dios que llevamos dentro. Así, espero que nuestros muros sigan cayendo, porque quiero compartir más.


Y tú, ¿qué piensas de los muros?

1 comentario:

  1. Bueno, pues. Los mios estan bien puestos, reforzados con orgullo y cimentados a base de miedo....
    Es verdad que no son indispensables y que simpre hacen mas daño que bie; como la muralla china, una civilizacion grande la construyo para pretegerse de ataques y robos; como medio para preservar su cultura. Cuando un día, decidieron abrirse de nuevo... ya eran una sociedad arazada.
    Versa una cita metafisica que "el maestro llega cuando el alumno esta preparado" ¿No será asi con los muros?, no será que tal vez van a ser derribados solo cuando el contrucctor este preparado.
    Asomarse a muros ajenos es sumamente preligroso, y aveces lo mejor es escuchar y callar, ofrecer un abraz y un hombro donde llorar, habla solo cuando tengas algo bueno que decir o proponer, nunca para juzgar....
    Yo aveces olvido hacerlo.

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