22 febrero 2006

Eternidad

Sus ojos quietos, las manos tranquilas, se durmió despacio, como quien quisiera ya no molestar. Era grande y lindo; cuando sonreía, aquéllos pequeños sonreían con él. Nadie nunca oyó una palabra triste, llena de amargura, ni siquiera cruel. Sus sueños lo guiaban, hacía lo que amaba. Cuando lo llevaron por primera vez ante aquel doctor, supo leer en sus ojos el tiempo de Dios. Serán meses, dijeron, prepare el final. Quién lo hubiera pensado, era tan fuerte y joven. Mejor que no sepan, esos lindos pequeños no merecen saber que la muerte los ronda, déjenlos jugar. Y así fue.



Y volvió contento, lleno de esperanza. Los niños armaron un gran alboroto cuando lo miraron entrando al salón. ¡Maestro!, ¡maestro!, sonaron sus voces; ¿cómo se han portado?, preguntó y sonrió.



Los días transcurrieron, llegó una semana, vinieron los meses y nada, la espera. Sus hermanos y él oraban y aguardaban; como un buen amante, parado en la esquina. El tiempo designado se agotaba, como agua en clepsidra, se iba de las manos. De pronto, una mañana, se levantó, era el día cero... pero él ¡estaba vivo!



Bajó con los niños y jugó con ellos, pateo la pelota, recogió el balero, sonó la campana, acabó el recreo. Terminó la escuela, los chicos se fueron; él se quedó a solas con su Buen Maestro.

"Tú eres mi Maestro, sabes dónde vivo, me has reconocido aún antes que mi madre.
¿por qué, entonces, no llegas? ¿Por qué no has mandado a tu ángel por mí?

¿esperas acaso que yo te lo pida?, si es así, pues bueno: ¡te lo pido!, ¡quiero estar junto a ti!"



Y esperó, esperó tanto por aquél encuentro. Su anhelo se fue diluyendo con el paso de los meses siguientes, sí, meses. Cuando llegó el primer año, él supo que no habría prisa. Al cabo de un poco de tiempo el doctor dijo que sólo Dios pudo haber prolongado su vida. Sin embargo, cuando le preguntaban a Miguel, él simplemente respondía: "Yo llegué ya con Dios, mira", y señalaba a los niños.



Así fue por los siguientes 40 años. Ahora, después de desgastar su cuerpo por Dios y con Él, nos dejó en la madrugada. Los niños le lloran y ríen, pues saben que estará con Dios y con ellos. Sus hermanos dejamos que nuestro corazón se derrame en silencio, como a él le habría gustado. Y él, pues nos estará reservando un lugar; a todos aquellos que sigan las huellas del Maestro les está apartando un lugar.



Hasta siempre," Capitán". Gracias mil por cada palabra de aliento.

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