14 abril 2006

Amo estas palabras

¿Alguna vez has escuchado o vivido una despedida?, ¿algún amigo tuyo te ha dicho adiós porque debe morir?, Alguien con quien hayas pasados tres años de aventuras y más. Anoche, mientras estaba en la misa verpertina de la Cena del Señor, vino a mi mente el pasaje del evangelio de Juan en el que cita una oración pronunciada por Jesús en la Última Cena. En ella, encomienda al Padre a sus amigos, todo cuanto se dice en esa cena es realmente emotivo, memorable: es la despedida de Jesús.

Por ahora sólo pondré el texto, quizá más tarde vuelva y haga un poco de trabajo sobre él. Antes debo decir que ésta es una de las partes que más amo de ese evangelio, mi favorito de los cuatro, por cierto. En la cena del amor, el Maestro dijo así:

Así habló Jesús, y alzando los ojos la cielo, dijo: "Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti. Y que según el poder que le has dado sobre toda carne, dé también vida eterna a todos los que tú le has dado. Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo.

Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar. Ahora, Padre, glorifícame junto a ti antes de que el mundo fuese. He manidfestado tu Nombre a los hombres que tú me has dado tomándolos del mundo. Tuyos eran y tú me los has dado; y han guardado tu palabra. Ahora ya saben que todo lo que me has dado viene de ti; porque las palabras que tú me diste se las he dado a ellos, y ellos las han aceptado y han reconocido verdaderamente que vengo de ti, y han creído que tú me has envidao.

Por ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado, porque son tuyos; y todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío; y yo he sido glorificado en ellos. Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el mundo; y yo voy a ti.

Padre santo, cuida en tu nombre a los que me han dado, para que sean uno como nosotros. Cuando estaba yo con ellos, yo ciudaba en tu nombre a los que me habías dado. He velado por ellos y ninguno se ha perdido, salvo el hijo de la perdición para que se cumpliera la Escritura. Pero ahora voy a ti, y digo estas cosas en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría colmada.

Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo; como yo no soy del mundo. No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno. Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad.

Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo. Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad.

No sólo ruego por éstos, sino también por aquéllos que por medio de sus palabras creerán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también san uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno, yo en ellos y tú en mi, para que sean perfectamente uno y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí.

Padre,
los que tú me has dado
quiero que donde yo esté
estén también conmigo;
para que contemplen mi gloria,
la que me has dado,
porque me has amado
antes de la creación del mundo.

Padre justo,
el mundo no te ha conocido
pero yo te he conocido,
y éstos han conocido
que tú me has enviado.

Yo les he dado a conocer tu nombre
y se lo seguiré dando a conocer,
para que el amor con que tú me has amado esté en ellos
y yo en ellos."
Jn, 17

Si tienes la oportunidad, toma una biblia y lee despacio, saborea el texto de la Última Cena de Jesús como la narra Juan; sigue con la pasión (que hoy se lee en la liturgia) y recuerda que no hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos.

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