Hay ocasiones en las que los sueños que edificamos alrededor de nosotros se fragmentan; otras, los rompemos nosotros mismos y los lanzamos al bote o simplemente al piso; unas más, las palabras de alguien más nos rompen el corazón antes de darnos cuenta; en todo ello hay ángeles que recogen esos pedazos y desentrañan la historia -o al menos la ponen en una hoja-
Se pueden decir muchas cosas sobre esta película, pero creo que la más importante es que nos habla de los sueños y de como creer no es tan ínfimo como a veces pensamos. Amelie es una mujer que no deja de ser niña, que es capaz de preservarse pequeños y deliciosos placeres; y que observa más allá de donde cualquiera se puede interesar. Es diferente y, por eso, todo su mundo es alterno a la realidad que el resto de los mortales puede percibir. La base de la percepción de Amelie radica en su capacidad de creer.
En la medida en que comprendemos el mundo, pierde magia delante de nuestros ojos y nos hacemos miopes a las constantes y sutiles maravillas que ocurren a nuestro alrededor. Ya lo sabemos, ¿para qué queremos detenernos en ello una vez más? ¡Qué arrogantes nos volvemos conforme dejamos que nuestro corazón se vaya haciendo viejo y seco! Y, paradójicamente, que tan necesitados estamos de esos milagros para reanimar nuestras vidas.
La capacidad de ejercer cambios sutiles, pero efectivos, convierte a Amelie en alguien muy especial. Ella va dejando una estela de luz a su paso y transformando. Ah, pero todo empieza porque ella descubre en sí misma esa capacidad, porque la cajita herrumbrada en su baño cambia la perspectiva diametralmente. Y después, bueno, la historia -si ya la han visto- se va enmarañando conforme sigue. Muy al estilo de la vida, pero con el toque surrealista que produce la dulce Amelie.
Muchas veces, sin embargo, resulta que nos perdemos en la maraña que nos rodea y dejamos de atender nuestras propias necesidades. Llega entonces un ángel que nos recuerda que, si bien nuestros sueños nutren a los demás en formas sutiles, también necesitamos perseguir aquello que nos conduce a un cierto grado de felicidad. Nadie da de lo que no tiene... ¿no es así?
Amelie, pues, nos lleva por un mundo especial, donde todo lo inesperado puede ocurrir y las cosas no son lo que en principio parecían. Cada misterio puede ser revelado y cada sueño cumplido, cada historia que tenga que ser contada lo será; aunque para ello haya que fabricarla con recortes de otras historias.
Personalmente me encantó, la disfruté y espero que -si tienes oportunidad- compartas este placer conmigo, amable lector. Un abrazo fraterno.
Se pueden decir muchas cosas sobre esta película, pero creo que la más importante es que nos habla de los sueños y de como creer no es tan ínfimo como a veces pensamos. Amelie es una mujer que no deja de ser niña, que es capaz de preservarse pequeños y deliciosos placeres; y que observa más allá de donde cualquiera se puede interesar. Es diferente y, por eso, todo su mundo es alterno a la realidad que el resto de los mortales puede percibir. La base de la percepción de Amelie radica en su capacidad de creer.
En la medida en que comprendemos el mundo, pierde magia delante de nuestros ojos y nos hacemos miopes a las constantes y sutiles maravillas que ocurren a nuestro alrededor. Ya lo sabemos, ¿para qué queremos detenernos en ello una vez más? ¡Qué arrogantes nos volvemos conforme dejamos que nuestro corazón se vaya haciendo viejo y seco! Y, paradójicamente, que tan necesitados estamos de esos milagros para reanimar nuestras vidas.
La capacidad de ejercer cambios sutiles, pero efectivos, convierte a Amelie en alguien muy especial. Ella va dejando una estela de luz a su paso y transformando. Ah, pero todo empieza porque ella descubre en sí misma esa capacidad, porque la cajita herrumbrada en su baño cambia la perspectiva diametralmente. Y después, bueno, la historia -si ya la han visto- se va enmarañando conforme sigue. Muy al estilo de la vida, pero con el toque surrealista que produce la dulce Amelie.
Muchas veces, sin embargo, resulta que nos perdemos en la maraña que nos rodea y dejamos de atender nuestras propias necesidades. Llega entonces un ángel que nos recuerda que, si bien nuestros sueños nutren a los demás en formas sutiles, también necesitamos perseguir aquello que nos conduce a un cierto grado de felicidad. Nadie da de lo que no tiene... ¿no es así?
Amelie, pues, nos lleva por un mundo especial, donde todo lo inesperado puede ocurrir y las cosas no son lo que en principio parecían. Cada misterio puede ser revelado y cada sueño cumplido, cada historia que tenga que ser contada lo será; aunque para ello haya que fabricarla con recortes de otras historias.
Personalmente me encantó, la disfruté y espero que -si tienes oportunidad- compartas este placer conmigo, amable lector. Un abrazo fraterno.
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