No he tenido mucho tiempo o ánimo de acercarme a escribir los últimos días. Han sido jornadas largas, revisando mis memorias. Sé que suena algo extraño que alguien de 22 años revise sus memorias -digo, no me considero un anciano- pero es necesario en todo este proceso. Debo recorrer ciertos puntos de mi éxodo -historia- con sinceridad y lentitud para captar su esencia y encontrar lo que busco.
Hasta ahora ha sido especial volver a tener contacto con la correspondencia que llegaba a mí en mi estancia en Celaya. Mis amigos no se olvidaron de mí, yo no los alejé de mi corazón. Incluso estuve al pendiente de quienes no me mandaron cartas... En especial volví a leer con detenimiento las cartas que Adriana me envió. siempre quedó la esperanza en ambos de que yo volvería algún día. De un modo u otro no la aparté de mi lado pues la amaba, o la quería... no sé qué palabra podría definir mejor lo que sentía por ella, cuando estaba junto a ella, cuando la recordaba.
Yo creo haber seguido con Adri para estar a su lado, sus besos, caricias, abrazos, palabras dulces eran un sustento que compensaba mucho lo que no hallaba en mi comunidad. El año de noviciado no volví a Oaxaca, así que no puedo decir cómo habría sido un encuentro entre ambos. Pero mientras hubieron vacaciones, yo estaba tocando a su corazón; ella, por sus propios procesos, abría la puerta sabiendo que tenía asegurados cariño, comprensión, amor y calor en mi abrazo. Fuimos uno el refugio del otro.
Cuando decidí volver fue para vivir una aventura completa al lado de ella, no de momentos, no de vacaciones. Si funcionó o no, eso ya es otra historia. -Sellada por cierto- El caso es que para mí, Adriana se manifestaba como lo que mi corazón prefería, una moción interna me decía que yo debía volver aquí. En aquél momento no lo entendí, pero yo me arriesgué al venir a Oaxaca.
Y hablando de riesgos, mi ingreso al seminario no representaba -según yo- riesgo alguno. No tenía la menor duda de lo que estaba haciendo (Prueba de que no sabía a donde estaba entrando) Y algunos padres vieron en ello una fortaleza vocacional. Haciendo una relectura encontré que entré al seminario para cambiar al mundo, para comunicar que Dios es amor y que es maravilloso, para no hacer lo que mi padre hizo alguna vez con la familia, para demostrar a mis padres, a mí mismo, que podía hacer algo por mí. Me mantuve en el seminario para seguir creciendo, para ser feliz. Sí hubo etapas y destellos de luz en los que fui feliz en la vida religiosa.
Sin embargo, llegó un momento en que puse a pelear a Adriana contra el seminario. O era una o era lo otro. Hoy entiendo que eran partes de una misma búsqueda, un mismo caminar, un mismo anhelo: ser feliz. Yo quería ser feliz, pero no sabía exactamente como. -aunque jurara que sí- así que seguí con aquello que me había hecho sentir felicidad y gozo, mientras exploraba nuevas fuentes de dicha en mi vida. Y dependiendo de mi estado de ánimo en el seminario o en Oaxaca, yo inclinaba mi "balanza" a un lado o a otro. Así, yo mismo me tendí una trampa.
Caí en mi propia trampa al salir tan precipitadamente del seminario. "Ya, un lado u otro, decide pronto y será mejor". Exageré las virtudes del plan de vida que ofrecía mi regreso, y las barreras que aparecían ante mí en el seminario. Y decidí volver.
¿Eso fue todo?
No, a pesar de lo precipitado de la decisión, -revisando mis textos- puedo atisbar un dejo de sinceridad en todo ello. Yo no me sentía feliz, a gusto, libre en el juniorato. Y no era una cosa pasajera, serían 6 años que me habrían amargado de cualquier modo. -Ya habían empezado- Yo creo que al final del semestre habría optado por salir, pues el seminario no era mi lugar.Aunque me duela admitirlo, yo iba por la idealización, un sueño que no podía hacerse... no supe aceptar la realidad que se me presentó en aquél momento y preferí buscar la felicidad en otro lado.
El proceso no maduró hasta hoy. Porque ahora, con más elementos y un poco de perspectiva, puedo analizar qué aconteció conmigo en aquellos meses. Creo poder comenzar a reconciliarme conmigo mismo, porque no hay nada que perdonar. Erré al actuar antes del tiempo; pero no en la decisión. -Hasta ahora eso pienso- Pero a fin de cuentas lo intenté, traté de ser feliz cuanto pude, luego ya no hallé el modo y preferí irme por otra vereda del mismo camino. Es posible para mí decirle al Junior: "hey, lo intentaste... no funcionó. Ven conmigo, aquí y ahora estamos viviendo otra cosa. No te aferres a algo que no volverá, que no funcionó. Ya pasó. Tú no tuviste la culpa de que no funcionara. Está bien, ven aquí."
Dios actúa en nuestras vidas. Vamos descubriendo su voluntad y tomando decisiones según lo que creemos que nos hará felices. Luego hallamos que tal vez no era el camino y debemos volver los pasos. Esto es vivir. Arriesgarse. Dios dice:
Hasta ahora ha sido especial volver a tener contacto con la correspondencia que llegaba a mí en mi estancia en Celaya. Mis amigos no se olvidaron de mí, yo no los alejé de mi corazón. Incluso estuve al pendiente de quienes no me mandaron cartas... En especial volví a leer con detenimiento las cartas que Adriana me envió. siempre quedó la esperanza en ambos de que yo volvería algún día. De un modo u otro no la aparté de mi lado pues la amaba, o la quería... no sé qué palabra podría definir mejor lo que sentía por ella, cuando estaba junto a ella, cuando la recordaba.
Yo creo haber seguido con Adri para estar a su lado, sus besos, caricias, abrazos, palabras dulces eran un sustento que compensaba mucho lo que no hallaba en mi comunidad. El año de noviciado no volví a Oaxaca, así que no puedo decir cómo habría sido un encuentro entre ambos. Pero mientras hubieron vacaciones, yo estaba tocando a su corazón; ella, por sus propios procesos, abría la puerta sabiendo que tenía asegurados cariño, comprensión, amor y calor en mi abrazo. Fuimos uno el refugio del otro.
Cuando decidí volver fue para vivir una aventura completa al lado de ella, no de momentos, no de vacaciones. Si funcionó o no, eso ya es otra historia. -Sellada por cierto- El caso es que para mí, Adriana se manifestaba como lo que mi corazón prefería, una moción interna me decía que yo debía volver aquí. En aquél momento no lo entendí, pero yo me arriesgué al venir a Oaxaca.
Y hablando de riesgos, mi ingreso al seminario no representaba -según yo- riesgo alguno. No tenía la menor duda de lo que estaba haciendo (Prueba de que no sabía a donde estaba entrando) Y algunos padres vieron en ello una fortaleza vocacional. Haciendo una relectura encontré que entré al seminario para cambiar al mundo, para comunicar que Dios es amor y que es maravilloso, para no hacer lo que mi padre hizo alguna vez con la familia, para demostrar a mis padres, a mí mismo, que podía hacer algo por mí. Me mantuve en el seminario para seguir creciendo, para ser feliz. Sí hubo etapas y destellos de luz en los que fui feliz en la vida religiosa.
Sin embargo, llegó un momento en que puse a pelear a Adriana contra el seminario. O era una o era lo otro. Hoy entiendo que eran partes de una misma búsqueda, un mismo caminar, un mismo anhelo: ser feliz. Yo quería ser feliz, pero no sabía exactamente como. -aunque jurara que sí- así que seguí con aquello que me había hecho sentir felicidad y gozo, mientras exploraba nuevas fuentes de dicha en mi vida. Y dependiendo de mi estado de ánimo en el seminario o en Oaxaca, yo inclinaba mi "balanza" a un lado o a otro. Así, yo mismo me tendí una trampa.
Caí en mi propia trampa al salir tan precipitadamente del seminario. "Ya, un lado u otro, decide pronto y será mejor". Exageré las virtudes del plan de vida que ofrecía mi regreso, y las barreras que aparecían ante mí en el seminario. Y decidí volver.
¿Eso fue todo?
No, a pesar de lo precipitado de la decisión, -revisando mis textos- puedo atisbar un dejo de sinceridad en todo ello. Yo no me sentía feliz, a gusto, libre en el juniorato. Y no era una cosa pasajera, serían 6 años que me habrían amargado de cualquier modo. -Ya habían empezado- Yo creo que al final del semestre habría optado por salir, pues el seminario no era mi lugar.Aunque me duela admitirlo, yo iba por la idealización, un sueño que no podía hacerse... no supe aceptar la realidad que se me presentó en aquél momento y preferí buscar la felicidad en otro lado.
El proceso no maduró hasta hoy. Porque ahora, con más elementos y un poco de perspectiva, puedo analizar qué aconteció conmigo en aquellos meses. Creo poder comenzar a reconciliarme conmigo mismo, porque no hay nada que perdonar. Erré al actuar antes del tiempo; pero no en la decisión. -Hasta ahora eso pienso- Pero a fin de cuentas lo intenté, traté de ser feliz cuanto pude, luego ya no hallé el modo y preferí irme por otra vereda del mismo camino. Es posible para mí decirle al Junior: "hey, lo intentaste... no funcionó. Ven conmigo, aquí y ahora estamos viviendo otra cosa. No te aferres a algo que no volverá, que no funcionó. Ya pasó. Tú no tuviste la culpa de que no funcionara. Está bien, ven aquí."
Dios actúa en nuestras vidas. Vamos descubriendo su voluntad y tomando decisiones según lo que creemos que nos hará felices. Luego hallamos que tal vez no era el camino y debemos volver los pasos. Esto es vivir. Arriesgarse. Dios dice:
"No temas porque yo te he rescatado, te he llamado por tu nombre.
Tú eres mío.
Si pasas por las aguas, yo estoy contigo, si por los ríos, no te anegarán.
Si andas por el fuego, no te quemarás, ni la llama prenderá fuego en ti.
Porque yo soy Yahvé tu Dios, el Santo de Israel, tu salvador."
Is. 43, 1b-3a
Mi hermanote.
ResponderBorrarEs interesante el cambio que se tiene en un lapso de tiempo respecto a una dama.
fortalecemos dìa a dìa nuestro saber y conocer, nos ganamos experiencia y en nuestro proceso personal crecemos y Dios nos abre muchos caminos. Aveces queremos acaparar todos, pasar por todos de un jalón, pero lo màs chido es pasar uno por uno despacito y bonito,,¿o no? :)
Saludos Tilo...