25 enero 2007

Pensares de consultorio


Mientras espero en la sala de estar del consultorio de mi oftalmólogo, escucho la famosa canción de la película “La misión” y trato de concentrarme en la aventura que me aguarda.

El lugar es fresco, bien iluminado y no muy amplio; está en la planta alta de una farmacia. Al final de una escalera muy angosta doy vuelta a la izquierda y encuentro un pequeño corredor que a la mitad se abre para dar paso a la sala de estar. Hay cuatro filas de tres sillas cada una, no son muy cómodas, al menos ofrecen un sitio para sentarse. Entre las sillas y el límite de la sala hay otro pasillo, la sala se delimita por la pared junto a las sillas y un barandal del otro lado. Sigo el segundo pasillo, el de la sala, y termino en otro corredor que no va a ninguna parte, pero conecta la oficinita de la asistente con el resto del conjunto. Los consultorios están frente a la salita, cruzando el primer pasillo, el que está subiendo la escalera. Tengo la puerta frente a mí, sentado en las sillas incómodas.


Hay varias personas. Parecen muy ocupadas en sus propias diligencias. En la primera hilera de sillas hay dos mujeres de mediana edad que conversan sobre los vuelcos sociales de su familia. Hay una voz que me resulta difícil ignorar, es de un hombre algo mayor detrás de mí. Volteo, de reojo miro su exagerado lenguaje corporal y el sobrero de palma. Su discurso sobre albañilería sigue mientras la esposa, supongo, está callada sin poner mucha atención. Su compadre lo escucha y apoyo todo su tratado de la buena construcción. Acaba de pasar el doctor con unos pacientes que aguardaban frente a la puerta de la oficinita.


Y ahora es Mary McLaughil quien deleita mi tímpano con sus coros a voces. La brisa que penetra suave por el techo descubierto, un cubo de luz, me refresca. Ha estado haciendo calor al mediodía, típico del invierno en Oaxaca.


¡Oh sí, la aventura!, ¿no querido lector? Pues sí, hay una aventura en puerta. Todo comenzó cuando el legendario Maestro Oscar me propuso vender mi computadora e invertir en una nueva. Después de algún tiempo, habiendo Oscar vendido la suya al Master Gera, gracias a la movilización mercante que se consiguió, mi computadora también se fue. Este texto llega a ti debido al patrocinio de “Celia”, la computadora de Gerardo. (Que antes era de Oscar, pero ahora tengo yo)


Así las cosas, este jueves saldré con rumbo al DF para ir a la plaza de la computación y pues… ya se verá. Tendremos el ojo, por si el lector conoce de los términos propios, en estas características: Un procesador dual core, 512 MB de RAM, 80 GB de disco duro, quemador DVD a 16x, teclado multimedia, ratón óptico, pantalla LCD 17”. Como algo opcional queremos 1GB de RAM, 120 GB de disco duro y 19” de pantalla; pero eso, claro, dependerá de la cuestión monetaria.


En caso de éxito en nuestra empresa, el primer texto será para relatarte, amigo lector, cuanto pudo ser y/o pasar. Los U2 suenan y tengo que cortar, el doctor me llama.

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Ahora estoy en la casa de Oscar. Mi emoción aumenta conforme pasa el tiempo. Aunque, claro, no debo dejar que la ésta me nuble, no sea que me tome desprevenido la ciudad. Será un viaje relámpago realmente. Yo creo que no habrá más cosa que contar que lo de la computadora y, sin embargo, esa será suficiente aventura. Saldremos a las 11:40 así que llegaremos mientras el sol comienza a salir. Estará bien ... ya te contaré, amigo lector. Ahora debo trazar un plan maestro para desplazarnos por el DF. Jejajeja.

2 comentarios:

  1. Con que que esas ehhh
    Consultorios mmm Yuck!
    jamas me han gustado...
    Saluditossssssss
    aaaaashuuuuuuuuu!!!!

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  2. Mi presencia en el citado lugar no se debió a un gusto, precisamente, querida. Hay que decir, sin embargo, que fue neccesario y bueno ir.

    Un abrazo fraterno

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