Casi siempre, a fin de año las personas se preguntan y reflexionan sobre lo acontecido en el ciclo que termina. No cabe duda que es un momento especial para hacer tales cosas. Hacerlo continuamente –como se lo comentaba a mi amiga Erika– sería una necedad. Una vez por año es saludable. Algunos lo hacen de forma individual, otros dialogan y unos más simplemente se contentan con observar y anotar cómo ha cambiado el mundo a su alrededor. Éste, empero, no intenta ser ninguno de los anteriores; por más a tiempo que pueda resultar.
La pregunta más grande que me ha asaltado en los últimos días es: "¿Has crecido?" Mi estómago dice que tal vez más de lo debido. Hoy verme al espejo no revela muchos cambios para mi percepción –acostumbrado como estoy a verme diariamente al intentar peinarme– Lo que sí es seguro es que de algún modo u otro habré crecido. Todo se crea y construye en nuestra vida gracias a lugares y momentos. Creo tener algo de eso en mi bagaje. ¿Será acaso que no los he aprovechado? ¿Crecí?
No me cabe la menor duda de que las cosas suceden por una razón. Tener hijos, ser exitoso en una carrera profesional, tener un lugar digno para vivir y una posición para defender. Mi camino se ha ido forjando a base de decisiones. Yo sé bien que cada decisión implica una renuncia; así que a veces uno se pregunta ¿qué tal si…? Porque es natural este espíritu inquisitivo. La sola idea de que una o dos cosas marcaron nuestra existencia para correr hacia un rumbo u otro y que no habrá nada que lo componga, que lo regrese a donde era ¡es fascinante! Yo estoy bastante alegre con quién soy hasta hoy (y aún así hay días en que mi imaginación quiere correr hacia destinos extraños)
Mis dos mejores amigos de la época de la preparatoria estén casados con dos grandes amigas (mi mejor amiga de esos ayeres es quien fuera también mi novia y cómplice) Ambas parejas tienen hijos; y de hecho soy padrino de una de ellos. Creo que no he vuelto a soñar con tanta pasión un hijo desde que volví con Adriana después de retirarme de la vida célibe. Al terminar la relación, mi deseo se fue haciendo más una anécdota difusa... ¿Tener un hijo es crecer?
Varios de mis compañeros de la universidad se encuentran en proyectos interesantes a lo largo del estado, e incluso fuera de él. Yo mismo estoy –por unos días más, al menos– como coordinador académico en una escuela pequeña de inglés. ¿Qué ha salido de esta experiencia? ¿Cómo juega un papel en mi objetivo de estudiar la maestría en un país extranjero? ¿Podré? Yo quiero creerlo. La vida nos reserva sorpresas a cada vuelta de la esquina. A veces uno tiene que alejarse en la línea temporal para apreciar lo que las experiencias nos han aportado y quitado.
Mi casa está en donde mora mi mente y reposa mi espíritu. De ahí que me sepa un ser-en-cambio y, por lo tanto, tenga que buscar mi propia evolución cada determinado tiempo. Un día leeré todo esto, tal vez consiga alguien que lo imprime y borraré esta precisa línea –con fines editoriales– O tal vez no, sólo me quede en el mismo lugar, haciendo las mismas cosas una y otra vez. ¡Mas ése no sería yo! Hay días en que me siento una mera caricatura de mí mismo: la más lastimera de las evocaciones de mi propio ser… como si me hubiera olvidado de cómo pronunciarme, de cómo saberme UNO-CON-MIGO. Si soy capaz de reconocer estos momentos y tener el deseo firme de recuperar mi ser-esencia ¿eso es crecer?
Una querida amiga dijo alguna vez –tal vez parafraseando a alguien más– que "crecer es irnos traicionando lentamente" ¿Eso es crecer? ¿Convertirme en traidor de lo que quise y fui? ¿o quiero y soy? ¿A dónde iría después? Traicionado por mi propia ansia de ser "alguien" y "crecer". Me rebelo ante esa idea. Si crecer es acomodarme al statu quo sin preguntas de ningún tipo, sin críticas, sin recelos: suena al encadenamiento del que siempre –desde niño– he eludido. (hasta combatido bajo determinadas circunstancias) No lo sé. ¿Qué es, a fin de cuentas, crecer?
Porque, claro, sin un parangón, ¿cómo puedo responder a la pregunta planteada al principio de esta perorata? Hoy es 30 de diciembre del año del Señor de 2010. A dos días de terminar el año parece pertinente hacer esa pregunta. No lo que me deja el año, o lo que se llevó… ¿He crecido? Si es así, ¿dónde está ese crecimiento? Cada primavera uno se da cuenta del verde que rompe con el constante blanco de los campos –donde haya habido nieve, claro– Ahí uno se alegra y salta por los pequeños brotes que traen esperanza. ¿Estoy en primavera? ¿o soy un viejo invierno que espera algo de verdor en sus helados campos?
Dios proveerá.
PS Como "post scriptum" os dejo una pequeña fotografía para el recuerdo.
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