23 noviembre 2010

Pequeña serenata diurna

Después de tres años llegó mi mac a la casa. Cuando recibí la laptop, en noviembre del 2007 sabía que era el último regalo que mi padre me dio. Una especie de recordatorio de que cuando uno pone las energía en algo que quiere, el universo está ahí para echar la mano. A veces se me olvida, y mirar la computadora –que ahora está más vieja, ganadora de muchas batallas– me lo recuerda. Mi padre perdurará conmigo como una presente ausencia dentro del corazón. En ocasiones me gustaría que lo supiera... es decir; decírselo. 

Por eso no compré una computadora de escritorio inmediatamente al volver a mi tierra. Esperé por este día, uno en el que con mi propio ahorro fuera capaz de comprar una computadora similar. De algún modo esperaba poder demostrarme que podía, que al final del día había trabajado lo suficiente como para "pagar" moralmente aquella computadora que recibí poco antes de la muerte de mi padre. Heme aquí, escribiendo precisamente en ese espacio: desde esta computadora.

Estoy contento porque está aquí, porque pude comprarla y porque me servirá para hacer lo que, al parecer, hago mejor: dar clases. Gracias a mi padre y madre por ese maravilloso don heredado sin proponérselo. Así es la vida. Una serie de maravillosos actos de Dios a través de nosotros los hombres; cuando nosotros dejamos que opere en nosotros y no estorbamos, claro está.

En fin...

...y quiero que me perdonen, en este día...

1 comentario:

  1. Chato, qué gusto que tengas ya algo de tu tamaño :) Esa iMac está fenomenal. Es un gusto compartir lo macquero y lo no también. Recuerdo aquella imagen en aquella PC de contorno azul que tenías y que apenas soportaba Windows- Recuerdo la hazaña en el DF por -Nix y Elpidia. Y nuevamente el sacrificio de unos circuitos por otros, hasta tu primer Mac.
    Ahora sin sacrificio helas aquí contigo.

    ResponderBorrar