Querido Padre Balta:
Después de mucho tiempo de no escribir ni dar señales de vida, de lo que no me siento muy orgulloso, te pongo estas líneas esperando que no sean inoportunas ni muy largas. Pero sobre todo, espero que te encuentren en la paz del buen Dios.
Primero, deja que te cuente un poco lo que ha sido de mí en estos años. Entré a estudiar una carrera al volver a Oaxaca. Terminé como licenciado en lenguas extranjeras, aunque mi título sigue en proceso por problemas administrativos. El último año de mi carrera lo estudié en Michigan, EE.UU. y ese año fue uno de los más felices y provechosos de mi vida. (Casi tan bueno como el noviciado)
He estado trabajando como maestro de inglés en una escuela mediana al norte de la ciudad. Sigo viviendo en Oaxaca, con mi hermana –a quien viste en la ordenación de Roly– mi sobrina y mi madre. Hasta hace unos seis meses estuve a cargo de la coordinación académica de la escuela.
Aunque me desconecté de la parroquia de Consolación, llegué a pertenecer a un pequeño coro en la iglesia de San José. El coro lo fundaron unos amigos de la preparatoria. Estuve tentado a volver a FEF, pero nunca encontré el tiempo para hacerlo.
Hasta diciembre del año pasado las cosas iban estables y mi pequeño proyecto de vida era enormemente bendecido por el buen Dios. Como mi hermana llegó a vivir con nosotros en junio del año pasado, mi madre nos dijo que le gustaría asistir a misa con sus dos hijos. Volvimos –volví– a la capilla de Trinidad de las Huertas y los padres Javier y Marco estaban a cargo.
Creo que no había querido ir ahí porque me apenaba de cierta forma el haberme salido del seminario. Aunque estaba muy convencido de que no había sido mi vocación, de cualquier modo me sentía algo incómodo. Pero ahora volvía con mi familia y quería celebrarlo.
Poco a poco –en mi interior– las preguntas fueron volviendo y se fueron haciendo un poco más incómodas. Hasta que una mañana , el padre Marco Antonio hizo en voz alta lo que yo, en voz baja, me había preguntado. Supongo que es una pregunta natural en quienes hemos dejado el seminario. La respuesta que mi corazón dio fue lo que me sí me asombró. Le dije al padre que en verdad nunca había descartado la posibilidad de volver, de ser "cura", de vivir el sueño que yo mismo trunqué alguna vez. Pero esa tarde, al revisar mi respuesta, me di cuenta de lo cambiado que estaba luego de diez años. Tenía muchos más miedos. Tengo más miedo y confusión que cuando tenía 17. Entré al seminario muy determinado. Hoy no me siento seguro de la tierra que piso. Aunque estoy bien con lo que tengo, aún queda la curiosidad. Pero a últimas fechas es algo más, o parece algo más, no sé.
Esta vez no quiero apresurarme. Hoy le tengo más respeto a la palabra VOCACIÓN. No sé si la tengo y algo me dice que no podré saberlo yo solo. Así que, ¿Qué puedo hacer? No siento una confusión asfixiante (gracias a Dios) Es más bien un vaivén, una astilla, algo que a veces está muy presente y otras sólo es una sombra ligera...
:D Me habría encantado poder decirte esto en persona, cuando la ordenación (o votos?) de Roly; pero las circunstancias evitaron que nos viéramos ese día. Lo siento.
Bueno... dije que esto no debería ser largo, y ya me alargué mucho. Espero que estés bien y que el Capítulo haya ido fenomenal.
Un abrazo fraterno.
Otilio Herrera
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