15 marzo 2012

Cardio


Mi madre duerme esta noche en una camilla en la sala de urgencias del hospital. Desde principios de este año, ha estado delicada de salud. La mañana del 17 de enero la ingresamos al hospital a causa de un cuadro de angina de pecho inestable. El electrocardiograma indicaba una serie de anomalías que sugerían la presencia de una obstrucción en sus arterias coronarias. Entre vueltas y recovecos burocráticos, después de pasar por más de dos áreas del hospital (incluida una semana en terapia intensiva) mi madre fue dada de alta. No fue porque mejorara, sino porque el procedimiento que seguía sería en la ciudad de Puebla y no habían autorizado el traslado que se pedía. 

Así, este mes y medio estuvo estable, aunque no bien de salud. Con ánimo para seguir y con ganas para aliviarse, cuidarse... Al ir a Puebla estuvo nerviosa, pero regresó confiada en que Dios le salvaría, la cuidaría. Hoy hemos visto su Poder manifiesto con nosotros una vez más. Aunque debo decir que la visita a Puebla no ayudó mucho que digamos. El antes citado electrocardiograma se ha extraviado. Nada de lo que sufrió mi madre en enero pasado deja huella, cicatriz o prueba de su existencia. Es la palabra de la cardiólogo, que tal parece no sirve de mucho cuando se tiene un monstruo burocrático anquilosado y obsoleto que sirve más para probar la paciencia de un cristiano, que para prestar el servicio para el que fue creado. 

La Dra. Cruz ha tratado todo esto con mucha sabiduría, nos ha expuesto que es complejo el caso, que el procedimiento de cateterismo se vuelve más difícil porque los estudios que nos piden están bloqueados por el mismo ISSSTE. (uno de ellos, sobre todo) Las palabras de la doctora, lejos de desanimarnos, nos tranquilizan. Saber hacia donde vamos y qué pasos siguen en este proceso es alentador. Ver el camino es siempre importante cuando se echa a andar, más si el sendero es nuevo y sinuoso. Sabemos que mi madre y todos nosotros estamos en manos de Dios. 

Me confieso: estaba muy intranquilo hace unas semanas. La impotencia y la confusión ante tantos puntos de vista me alteraron mucho. A pesar de lo conmovedor que fue experimentar el amor que Dios nos tiene en medio de este laberinto. Las muestras de preocupación y de cariño que muchas personas tuvieron para mi madre. La solidaridad de cercanos y lejanos. Las sinceras letras de quienes, desde lejos, nos aseguraban que todo estaría bien, que oraban por nuestra madre y nos recordaban que Dios no abandona a quienes ama. La atención de quienes nos prestaban los servicios de salud (enfermeras, camilleros y médicos)
Hoy me siento tranquilo en medio de esto. Es muy duro. Soy muy cercano a mi madre. Me cuesta trabajo verla en cama, inquieta, preocupada por lo que pueda pasarle. Pido a Dios que fortalezca mi Fe y que renueve mi Esperanza. 

Agradezco a Dios por mi familia, porque estamos juntos, porque Dios nos alimenta y guarda en sus manos. Doy gracias por esta enfermedad que ha sido una prueba para la determinación y el amor que nos tenemos, que nos ha unido como familia y ha puesto todo en perspectiva. le doy gracias por darnos la oportunidad de retribuir en vida a quien tanto nos ha brindado. Cada día es un reto: a la paciencia, a la constancia, a la solicitud, a la alegría, a la esperanza, a la fe, al amor. El Señor nos sostiene en la lucha. 

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