18 mayo 2012

Madre

nota del 19 de enero de 2012


"En el 2009 tenía la certeza de que tenía que disfrutar a mi madre lo más que pudiera. Poco a poco se fue apoderando de mí una inseguridad enraizada en mi falta de tiempo de calidad con ella y su salud. Y me daba miedo pensar que mi madre pudiera morir. Hubo días en que el despedirme de ella me causaba algo de turbación. Tal vez mi estrés en el trabajo contribuyó. Pensar en qué seguiría en mi vida después que mi madre muriera me ponía nervioso, triste, inseguro.

"Ver a mi madre en terapia intensiva me pone triste, pero no me turba ni he perdido la paz del corazón. Tengo la plena certeza de que el Señor la habrá de socorrer y que su Obra es más profunda que mi entender. Ahora está respondiendo al tratamiento y la prognosis es muy alentadora. Sé que ella quiere vivir y luchará para ganar esta batalla. Yo confío que el Señor será su fortaleza.

"Me duele irme, con la salud de mi madre como está. A veces me asalta la pregunta: ¿Acaso no será un signo? ¿Debo quedarme entonces? Mi respuesta es que tal vez el hacer mi vida y "sentar cabeza" puede que hasta la tranquilice. No lo sé. Como me dijo el P. Marco, si yo llego a irme, le he de pedir al Señor que allane mi camino hasta su encuentro. La salud de mi madre pasa por esa senda. Por eso, el hecho de que responda al tratamiento, las muestras de amor que hemos recibido y la abnegación que adivino en el actuar de mi hermana son signos de todo lo opuesto.

"Dios nos ama tanto que no nos ha de dejar desamparados. Aunque a veces nos cueste reconocerlo, no significa que no está. Amo a mi madre mucho, soy un ser cuyo hábitos fueron en buena parte moldeados por ella. Hoy reconozco que hay un Amor más grande y perfecto, que la colma de ternura y bendición y que conoce su corazón mejor que nadie. ¿Quién como Él para cuidarla? Él, que no descuidó a María sabiendo que Cristo subía al Padre, no dejará a la madre de un discípulo suyo. La Gloria del Señor se ha manifestado en esta oportunidad para que, en medio de la prueba, tengamos la certeza de haber sido amados y bendecidos con la Misericordia y la Compasión más grandes que podamos haber soñado.

"Doy gloria a Dios por la enfermedad de mi madre y ruego que su salud vuelva para que alabemos su Nombre."

Ahora que mi madre se encuentra mucho mejor, doy gracias a Dios porque no desamparó a sus hijos, confiados a su Misericordia. Aun queda mucho trecho por recorrer, pero ver las maravillas del Señor ha reconfortado mucho mi espíritu. Sé que a pesar del dolor de la partida, tendré la certeza de que mi madre no está sola; espero en Dios que ella también sea consciente de esa presencia y se aferre a ella, como aquel "niño que no sabe dormirse sin cogerse de la mano de su madre..."

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