30 junio 2007

Andanzas

Entre murmullos y nerviosismo, poco a poco se fue llenando el auditorio recién remodelado. Todas las sillas tienen paleta ahora, lo pintaron y hasta un pizarrón tenemos. Extrañé la vieja pantalla, pero en fin. Los alumnos del octavo semestre ocupaban un poco más de la mitad de las butacas, hasta el frente, como queriendo aprovechar su cercanía para obtener un mejor puntaje cuando oyesen el disco aquél. Yo no estaba listo para sentarme y esperar, así que dejé el lugar casi al mismo tiempo que el maestro Guillermo. "¿También vienes a presentar el examen?", me preguntó. "Sí, ya ve", respondí con un gesto que denotaba mi leve nerviosismo. "'Ta bien", se limitó a comentar y fue abordado junto a la fuente por una persona. Di vuelta y miré alrededor, después de todo, el edificio sí guarda buenos recuerdos para mí: aquí tomé mis primeras clases y di las primeras también, aún antes de ser titulado. Todas las experiencias que pude ganar, serán útiles en mi siguiente destino. Y hablando de destino, pensé, Dora no llega. Encaminé mis pasos hacia el auditorio, después de todo no queda más que sentarse y esperar, mejor hacerlo en un sitio más cómodo. Entré, me senté y saludé a Damián y Gabriela que se hallaban delante de mi butaca.

Al cabo de un rato llegó Dora, se le había hecho tarde por estar haciendo tarea de su otra escuela. Nos saludamos e intercambiamos algunas frases triviales, aunque importantes en tanto nos podemos conocer un poco más cada vez. Gabriela me convidó un caramelo que acepté gustoso. Unos minutos después llegó la maestra Isabel y tomó lista. Como no estábamos contemplados, Dora y yo tuvimos que escribir de propia mano nuestros nombres. Y finalmente, llegaron los maestros Rufino y Efraín con una cajita: el examen.

Los nervios se habían ido y me limité a observar a los presentee. No sé bien cuál es mi afán de mirar a la gente y pensar en ellos como una pequeña tribu, o clan, o algo parecido: mi antropólogo social frustrado, tal vez. Nos pasaron los cuadernillos. El director dio las últimas instrucciones y comenzamos. La vocecita salió de la caja parlante y todos atentos seguimos cada sonido para darnos idea de qué contestar. Esta vez mis manos no sudaron, el ritmo fue más lento que la vez anterior y pude contestar con más tranquilidad; será que me acostumbré tan rápido a presentar estos exámenes, o es sólo que sin nervios y con la tranquilidad de ser seleccionado la vida pasa más suave...

Al final del examen platiqué un rato con Jaime. Ojalá él sea nombrado nuestro consejero para el año que viene. Le comenté grosso modo el proceso que se ha seguido en Siberia, es importante que él -al menos él- esté enterado de lo que sucede. No sé si acabaremos para cuando me vaya, yo espero que sí y es lo más probable, mas uno nunca sabe. Después de la charla y un tabaquito volví a casa para cenar.

Pasé a Chedrahui para comprar algo de comida. Llegué a casa, preparé sopa y un sandwich, me senté y comí tranquilamente, con la satisfacción del deber cumplido. Traté de llamar a casa para decir cómo me había ido, pero no me contestaron, supuse que estaban en oración o algo. Cuando terminé de cenar volví a llamar, no hubo respuesta inmediata pero al colgar sonó el teléfono. Mi madre llamó y le dije que todo había estado bien. Quedé de hacer una llamada antes de salir mañana para Miahuatlán.

Cuando estaba hablando con mi madre, un aguacero caía afuera. Pensé que no podría ir a escuchar a Gera, pero luego el agua amainó y pude salir. Conseguí un taxi y llegué al lugar. Agradable, cómodo, luces suaves pero tan bien distribuidas que uno puede verle el rostro al de enfrente. Saludé a Gera al llegar porque estaba en la entrada. "Oscar tiene tu boleto", me dijo, "está de donde está la banda, a mano derecha, hasta el fondo". Caminé siguiendo sus instrucciones y antes de encontrar a "la manada" -como Gera los designó- vi a Fer y Kitty sentados. Los saludé, me dio gusto encontrarlos, me dio gusto poder saludar a alguien en un lugar así. Recuerdo que las primeras veces que fui a este tipo de sitios no conocía a nadie y no me podía divertir, era como un espacio donde no encajaba. Ahora es distinto, conozco a dos o tres personas, me divierto y puedo estar mucho más tiempo sin enfadarme. En fin, después de una breve ojeada me topé con el inconfundible rostro del Maestro Windoo. Al cruzarme para avenirme a él, saludé a Diana -que estaba con no-sé-quién- y luego arrimé una silla que ya estaba apartada gentilmente para mí.

Me presentó a los otros integrantes de la mesa, cuyos nombres no recuerdo. Estuve platicando un rato con Oscar, luego con mi otro vecino sobre literatura latinoamericana. Más bien fue una especie de charla amena y algunas recomendaciones que me hizo para futuras lecturas. Muy tratable el muchacho. Después de dos cartones, los primos de Oscar decidieron que era tiempo de irse. Me quedé porque quería oír a Gera, que a eso había ido yo. Me senté al lado de Adriana -que también estaba ahi, pero a quien no saludé por no ser tan frecuente nuestro trato- y charlamos un poco sobre todo y nada.

Llegó el momento esperado y "Sobredosis" empezó a tocar. Ska y reagge alternados prendieron a la audiencia que se animó a bailar, aunque algo apretujados, y corear los éxitos de Fabulosos, Mosca y otros más. De pronto, la música paró y Gera dijo dos o tres cosas en el micrófono, que no entendí del todo por cierto. Pensé que había pasado algo semejante a lo de Fandango, cuando el slam se puso grueso y los habían empujado. Sin embargo, la cosa fue más seria. Omar o Gera pidieron que el DJ tocara de nuevo un intermedio y ¡fum! se acabó la participación de la banda. Al ver que no volvía al escenario, Adriana, su hermana y yo nos levantamos para buscar a Gera y la salida. Cerca de la salida, frente a la barra, Gera nos explicó lo que había sucedido: un altercado con uno de los miembros de la banda, éste le pegó a Omar y lo desequilibró; trataron de seguir tocando, pero decidieron que lo mejor era suspender por temor a hacer más grande el conflicto. Como ya no iban a tocar, decidimos irnos. Acompañé a las señoritas a abordar su taxi y yo me regresé caminando a casa.

Abordé un taxi al final, por prevención. Tengo hambre y en cuanto termine de escribir, iré a la cocina por el poco de sopa que sobró. Así transcurrieron las andanzas del día de hoy, bueno, de la tarde-noche de hoy. La mañana me la pasé tranquilito en casa, como buen vacacionista, cortesía del STEUABJO que hizo un paro de 12 horas.

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3 comentarios:

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