mañana hay clases y he terminado de preparar la clase en menos de 15 minutos. ¿por qué? En parte porque esa unidad ya la he visto con mis alumnos en la semana, en parte porque ya he trabajado con las muchachas del grupo y eso facilita mucho las cosas. Además, ayudado por sus evaluaciones, puedo diseñar la clase ad hoc.
Estoy contento. Faltan 15 días para terminar mis días en Maple y aún me causa mucha ilusión ver a mis alumnos y trabajar con ellos. Después del tiempo transcurrido, de subidas y bajones en el ánimo personal y mi desempeño, me puedo sentir a gusto, satisfecho y agradecido. En mi corazón no hay para más, tampoco me quedaría más tiempo porque sé que mi hora ha llegado. Irme también me pone contento.
De mis alumnos, he tenido de todo en este tiempo. Con mucho cariño los recuerdo aunque alguno me haya sacado canas blancas. He tratado de animar y afirmar a los chavos en su aventura de aprendizaje; despertarles el interés por un lenguaje que a mí me ha abierto muchas puertas y me ha dado grandes oportunidades de crecimiento; compartir lo que sé en forma simple, accesible y festiva. Espero que mis clases se recuerden como espacios donde los chicos pudieron ser ellos mismos y obtener lo más posible, llevarse algo para su vida.
He confirmado que la docencia se amolda a mi forma de ser, a mis necesidades personales y a mis sueños y aspiraciones. También he aprendido que estar involucrado en el proceso educativo es una gran y grave responsabilidad. A mayor el cargo, mayor entrega se precisa. La entrega tiene siempre su recompensa y sus sinsabores, pero al final, la retrospectiva pone todo en su justo sitio, a veces incluso a pesar de nuestros propios esquemas y juicios. La sonrisa de un alumno al terminar sus estudios, el uso de las palabras nuevas en su conversación diaria, el riesgo de escribir o hablar de quiénes son ante completos desconocidos, los lazos de amistad que surgen entre libros y tareas, la inquietud llevada de la mano con la curiosidad que rompe las barreras del lenguaje, la maravilla que atestiguan nuestros ojos porque los discípulos superan al maestro… esto y más son las recompensas que nunca cosechamos, pero podemos apreciar con el tiempo y desde lejos.
sigo con sueño: iré a la cama.
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