¿A qué me llamas Tú ahora? No lo aseguro aún porque voy de peregrino. Me llena de gozo y entusiasmo que vuelvas a salir a mi encuentro en este recodo del camino. Aunque también me entra el miedo y un poco de desconfianza. No desconfío de Ti porque has acompañado, guiado y facilitado mi sendero, dudo más bien de mí porque la última vez pediste tanto que salí huyendo buscando otro camino. Temo hacerlo de nuevo. ¡Esta inconstancia mía que hoy, después de tanto tiempo, vuelve a ser una trampa!
Y sin embargo, otra vez, todo mi mundo tiene significado y mi vida, sentido. Tengo que ir descubriendo tus designios en medio de un desierto con dudas y agonías; son lindos los momentos cuando desvelo aquello que siempre tuve delante pero que hoy cobra sentido.
Tú estás conmigo. Saberlo es distinto a llegar a sentirlo; sentirlo no es nada si no se está creyendo. Más que toda mi inteligencia –de que tanto me jacto– y más que el corazón –al que a veces olvido– es la fe en Ti la que debe irme guiando mientras desciendo a tientas hasta la intimidad donde te hallo.
Me han sido dados dones, poderes especiales. La pregunta hoy es ¿qué debo hacer con ellos? Esta búsqueda es Don, pues su Palabra se regala a quien la busca. Mi búsqueda es conquista porque debo ganarla. Sólo escucha su voz quien a sí mismo calla. ¡Qué difícil silencio! Mas también hay gran gozo al despuntar el alba. La dicha de saber que muy dentro de mí Tu presencia me aguarda.
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